Algunos de nosotros, miembros de Axena, realizamos en determinas ocasiones pequeñas colaboraciones como voluntarios de Cruz Roja en actividades relacionadas con el medio ambiente. La de este viernes consistía en una limpieza de playas pero la jornada nos dejó mal sabor de boca.

La mañana empezó con un arduo trabajo de recogida de basuras pero con muy buen ambiente. A pesar de la experiencia que ya vamos teniendo siempre nos sorprende la inmensa cantidad de plásticos de todo tipo que el mar devuelve a tierra (la mitad relacionados con las actividades pesqueras de la ría y la otra mitad son residuos domésticos que no deberían llegar nunca al mar).

Ya avanzada la mañana y llegando al final del trabajo uno de los voluntarios recoge un saco de pienso cerrado de manera muy meticulosa. En el momento que mueve el saco el olor ya delata un mal presagio.

Sin muchas ganas de confirmar ese mal presagio nos disponemos a abrir el saco esperando con todas nuestras fuerzas que nos hayamos equivocado. Pero no, no nos equivocamos nada más romper el saco vemos asomar una patita de un cachorro sin vida. Y al vaciar el contenido de toda la saca la escena era desoladora.

Alguien había metido en aquel saco doce cachorros de menos de un mes, probablemente vivos y los había tirado al mar. En el año 2019, ya bien adentrado el siglo XXI se continua con estas prácticas más del 1900 que del 2019.

Hoy por hoy cuando existen cientos de protectoras, perreras municipales, clínicas veterinarias donde esterilizar a nuestras mascotas sino queremos que críen o muchas personas, infinitamente más sensibles que el bárbaro que hizo esto, están dispuestas a adoptar un compañero peludo que les haga compañía.

Tengo claro qué cada vez son más las personas sensibilizadas con el maltrato animal y que estos casos son cada vez más raros pero estas prácticas ya deberían estar completamente erradicadas.

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