El látido de la orquídea gigante

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Su olor prolongando alcanza los latidos de su corazón. Como un arquero y su flecha se unen en una sola conciencia. Agitada por los tempestivos días de Febrero, su espiga se alza victoriosa ante el beneplácito de sus ojos cincuentones.

Entre lastones y pinos la fuerza agigantada de sus pétalos revierten la espera y precipitan una cascada de ilusión y esperanza. La débil luz del invierno aclara y el canto tempranero del verdecillo señalan la salida.

Barlia robertiana? Así te llamas orquídea gigante? Gracias y hasta siempre pues un amigo ha encontrado en tu estilizada forma un rincón olvidado de su corazón que tiene que cuidar. Dale lo que se merece, una oportunidad para vivir una nueva vida.

 

Es una de las orquídeas más fascinantes del extenso repertorio que vegeta en nuestras tierras del sureste. Su altura, llegando alcanzar los 70 cm, la hacen merecedora del apelativo de gigante.

Para mí es gigante no por su tamaño o por su fragancia intensa similar a las rosas, pienso que el encuentro con un amigo no ha sido casual. La vida es frugal, efímera, limitada en este plano terrenal. La orquídea aparece durante un tiempo estacional y luego vuelve a desaparecer, pero en su camino se encontró con un buen amigo, que sufrió un infarto al corazón y se recupera, y en una de sus salidas fotografió estos ejemplares. Uno de ellos de un gran valor botánico pues su ausencia de pigmentación la hace muy singular. Su amor incondicional a la naturaleza lo une a cualquiera de sus arterias. Pienso que esa unión le va a dar la fuerza para seguir adelante.

La gigantona olorosa estuvo mucho tiempo vagando en el limbo de la no existencia. Durante años, tan solo, se conocía un ejemplar. Posteriormente se descubrió una población de cientos en el Parque Regional del Valle y Carrascoy, de allí es esta reliquia natural. Fotografiada por un corazón débil pero lleno de coraje y voluntad, que seguirá adelante, al igual que la orquídea gigante.

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