Los Bloggers de Axena

La playa de A Balea, el por qué

Cuando era niño, y gracias la orografía excepcional del Barbanza, desde Puebla puedes ir a decenas de playas diferentes a pie o con unos pocos minutos en coche. Una de mis playas favoritas, por su sensación de cala «salvaje» con los pinos, las cañas y los robles haciéndote compañía y sin ninguna casa en los alrededores (cosa rara en este país), era la playa de A Balea (ballena en castellano). Escondida en el centro de la costa de la península del Maño, y suficientemente lejos de la famosísimas playas de Cabío, A Illa y A Corna, la playa de A Balea aún sigue siendo hoy un refugio maravilloso, para los que no gustamos de muchedumbres rebozadas en aceite y arena, y poder disfrutar del paisaje y la naturaleza en paz.

P. Ballena una cala muy cercana a la muchedumbre de P. Cabio
P. Ballena una cala muy cercana a la muchedumbre de P. Cabio

Esta sensación ya la tenía de niño, haciendo de esta playa una de mis favoritas como os comenté, y además mi curiosidad acerca de tan raro nombre. Por qué justamente se le llamaba a esa playa A Balea? Por qué no el nombre de un santo, como la próxima de San Antonio? O de algún exclusivo accidente geográfico como el Arenal o A Illa? Así que a falta de wikipedia tiramos de abuelo. Efectivamente, nuestro abuelo conocía el por qué de tan llamativo nombre. Hacía muchos años, cuando él era joven (esto nos coloca en un período difuso en el entorno de principios de s. XX), hasta esa playa había llegado una ballena, había varado en su arena el cadáver de lo que por lo que nos contaba podría coincidir con algo así como un cachalote (es decir, un bicho que podía alcanzar los 20 m de largo y 57.000 kg de peso). La carne ya estaba en avanzado estado de descomposición cuando llegara, y el olor en la zona comenzaba a ser insoportable. En ese estado no podía ser aprovechada por alguna de las factorías balleneras que quedaban al norte.

Muros_Lanchas_Xeiteiras_1910

Así que el Patrón Mayor ordenó a los marineros, que con dos traineras atar a la ballena y llevarla fuera de la ría, más allá de la bocana, mar adentro para que el mar se encargara de nuevo del animal. Los hombres así lo hicieron, ataron al animal a las traineras y comenzaron a remar, soplaba un poco de vendaval, que cuando alcanzaron el canal de la ría, a la altura del islote de Rúa, el mar estaba ya completamente picado. A contraviento, y cargando con el animal el avance era penoso, ya estarían completamente empapados por las olas, y el panorama que les quedaba no mejoraba. Al contrario, tras Noro, y el Carreiro de Aguiño, el mar se veía aún más picado, y eso que estaban aún a la protección de Sálvora. Más allá en mar abierto, la cosa se pondría mucho peor. Efectivamente, enfilaron ya la bocana de la ría, dejando Sálvora al norte, y la cosa se complicaba por momentos. No era realmente un temporal, ni tampoco más peligroso que cualquiera de los otros días que salían a la mar, pero cargar con el animal era algo que no le hacía gracia a ninguno. Así que decidieron allí mismo soltarlo, en la bocana de la ría y que Dios repartiera suerte. Y volvieron para Puebla ligeros, al abrigo del mar y con alguna cunca de vino en las manos para brindar en honor de tan ilustre y pesadísimo visitante.

Playa ballena con Pobra de fondo

A la mañana siguiente, el Patrón Mayor volvió a llamar a los hombres, les dijo que por qué no habían sacado a la ballena de la playa como él había ordenado (aquí entrarían toda una serie de insultos e improperios varios que no estoy dispuesto a reproducir en este blog). Todos le dijeron que sí lo habían hecho siguiendo sus instrucciones. Sin embargo, la ballena volvía estar en la playa. De nuevo el mar, el viento y las corrientes les jugaron una mala pasada. Al dejar la ballena en la bocana de la ría, y con ese vendaval, había vuelto hacer el mismo camino para acabar de nuevo en la misma playa en unas pocas horas. De nuevo, cogieron las traineras, engancharon la ballena y ya contra viento y marea cruzaron la ría, dejaron atrás Sálvora, y asegurándose de que estaban ya considerablemente en mar abierto, la soltaron de nuevo.  No solamente eso, esperaron con el difunto, para ver qué dirección cogía, y asegurarse de que no volvía a coger el camino de esa playa. Y de aquí viene el nombre, no sé si realmente fue así o no, pero la historia es bonita no?

Esta es la manera gallega de solucionar este tipo de «problemas», en el siguiente post os contaré como lo solucionan los americanos.

 

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