Criaturas aladas VIII: Vanessa atalanta

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Suave brisa que desoyes mi voluntad, arrastras el frío sonido invernal y conviertas en soledad mi presencia. Desprende su fragancia el azahar mientras el tiempo se consume, y yo, desposeído de todo y perdido en ortigas de dolor contemplo la solemne y regia silueta del gran almirante rojo, el bailarín colorido con su traje y su banda anaranjada…Vanessa atalanta.

Adulto de Vanessa atalanta, no existe diformismo sexula en esta especie.

Profusamente debo de expresar mi agradecimiento a los sucesos de los últimos meses, al menos, en lo que respecta al «almirante rojo», Vanessa atalanta.

Ha sido un invierno ventoso y duro, las largas mañanas de invierno se hacen muy pesadas en el campo, son pocos los estímulos por estas fechas; petirrojos, grupos de verdecillos combinados con pardillos comunes, escribanos, abubillas… pero nada de la grandeza de la primavera que aún está por llegar. Por eso, mi deuda con mi “almirante rojo”, porque ¿saben?, ya lo tengo muy dentro de mí. Constantemente en una mota, entre piedras o muy cerca de las ortigas, Vanessa atalanta aparece como un golpe seco al mentón y un estupor recorre mi sangre, y mi alegría arrastra el dolor y la tristeza. Son  sólo segundos, pero interminables hasta que escapa su policromática silueta.

Hace años que no aparecía, tan abundantemente, en estos meses de Enero y Febrero. Creo que mucho tiene que ver con las prácticas de cultivo. Hace unos años se fumigaba con herbicida para las «malas hierbas» (eso implica litros diluidos de productos venenosos) la hierba moría pero también morían los insectos asociados, aquellos que para desarrollar su ciclo necesitan a sus plantas compañeras. Un ejemplo claro lo tenemos en las larvas de Vanessa atalanta, necesitando devorar como especie favorita las conocidas y mal afamadas las ortigas.

Vanessa atalanta, no inverna en estas tierras tan termófllas y se mantiene firme como un almirante en pleno capítulo invernal. Desoye a sus hermanas mariposas, que normalmente descansan en estado de letargo, y sigue con su ciclo, consecuentemente, sus larvas aparecen y se alimentan de su planta predilecta, las ortigas.

Su banda anaranjada en el anverso es como una antorcha de fuego y fuerza, enigmática y cautivadora. Es una de las más bellas, tan sólo Iphiclides podalirius o Papillon machao pueden competir en belleza con este entusiasta lepidóptero. Son las pequeñas cosas que nos rodean las que alimentan nuestra alma, y no, la ostentosa comodidad con la que la sociedad parece querer esclavizarnos. Gracias por tu tesón, mi almirante!.

2 Comentarios

  1. Es bien vistosa esta mariposa. Y por lo que tengo entendido, es una gran viajera y hace miles de kilómetros atravesando Europa de Norte a Sur. Toda una campeona.

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