Los Bloggers de Axena

Al encuentro del Gran Tiburón Blanco

Peter Benchley, autor del libro Tiburón, en el que se basó Steven Spielberg para hacer la famosa y terrorífica película del mismo nombre, se arrepintió del daño que su obra había hecho a la reputación del tiburón blanco (Carcharodon carcharias) y dedicó el resto de su vida a la defensa del Gran Blanco. Nosotros recorrimos medio planeta para admirar al pez más poderoso de los océanos, resultado de más de 200 millones de años de evolución y comprobar que, efectivamente, su mala fama es totalmente inmerecida.

Los tiburones blancos de Sudáfrica tienen una curiosa forma de cazar. Cuando ven un oso marino en la superficie, se hunden hasta varios metros de profundidad  y desde allí lanzan el ataque por sorpresa, saliendo completamente del agua como si de un delfín de tratara. Esta modalidad de caza se ha observado en otros lugares del mundo, pero en Sudáfrica lo hacen de una forma tan asidua que se han ganado el apodo de “tiburones voladores”.

 

Aunque el tiburón blanco habita casi todos los mares cálidos y templados del planeta, incluidos el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo, sólo unos pocos lugares del mundo ofrecen una relativa seguridad de que vamos a poder avistarlos. El primer dilema que nos encontramos es decidir qué destino elegir. Sería una contrariedad recorrer miles de kilómetros y no ver ninguno. En el mundo hay varios sitios donde se pueden observar estos grandes escualos: la cristalinas y cálidas aguas de la mexicana isla de Guadalupe en el Pacífico, las islas Neptuno en Australia, las islas Farallón enfrente a la costa de California… La elección no es fácil.

 

 Gansbaai es un pequeño pueblo marinero situado entre el Cabo de Buena Esperanza y el Cabo Agulhas, el punto más al sur del continente africano. La riqueza y prosperidad de este lugar no podría entenderse sin la presencia del gran tiburón blanco.

 

Al final optamos por la costa de Gansbaai (Sudáfrica), un pueblo situado al sur de Ciudad del Cabo. Las razones son varias, seguramente este sea el sitio donde mayor probabilidad tenemos de encontrarnos con el gran blanco y, además, a pocas millas de tierra. Por otro lado, esta región es un paraíso natural donde puedes observar una increíble variedad de especies animales: pingüinos, ballenas francas australes, avestruces, babuinos,… y por supuesto, tiburones blancos.

 

Un marinero prepara la comida para atraer a los tiburones. Nada raro, en opinión del patrón “con atún es suficiente”.

 

El día del encuentro con el Gran Blanco nos desplazamos en coche, desde el hotel donde nos alojamos en Ciudad del Cabo, hasta Gansbaai. Una vez allí, después de firmar un documento en el que asumimos los riesgos que vamos a correr (realmente, creo que muy pocos), embarcamos en una lancha, con su correspondiente jaula de acero, y nos dirigimos a unos islotes rocosos, en el que viven miles de osos marinos del Cabo y pingüinos de anteojos. Esta es la razón por la que en estas aguas podemos encontrar tiburones blancos prácticamente todo el año.

 

A unas cinco millas náuticas de la costa están las islas Dyer y Geyser Rock, en las que habitan miles de osos marinos de El Cabo (Arctocephalus pusillus pusillus) y  pingüinos de anteojos (Spheniscus demersus). En Gansbaai las llaman el McDonalds de los tiburones.


Fondeamos a menos de media milla de los islotes, en un lugar conocido como Shark Alley, el Callejón de los Tiburones. Es impresionante la gran cantidad de osos marinos que se pueden observar tomado el sol sobre las rocas. Un marinero empieza a tirar pescado triturado por la borda. Uno de los viajeros pregunta si no hay que echar sangre para atraer a los tiburones, “eso es en las películas –contesta el patrón- con esto es suficiente”. Tiene razón, al poco rato aparece la aleta de un jaquetón, es grande, sobrepasa los cuatro metros. Y con una suavidad asombrosa empieza a hacer círculos en torno a la lancha.

 

 Las decenas de miles de osos marinos de El Cabo (Arctocephalus pusillus pusillus) que viven aquí explican por qué esta zona es la capital mundial del tiburón blanco. Los machos de oso marino pesan unos 350 kilos, las hembras, bastante más pequeñas, poco más de 100 kilos. El animal de la foto pasó tranquilamente por el lado de nuestra lancha, prueba evidente de lo acostumbrados que están a convivir con el peligro.

 

Jaula al agua. Nos metemos tres personas dentro. El chaleco lastrado que llevamos permite que nuestros pies se apoyen en el fondo de la jaula. El escualo se acerca, pero quien esperase ver a una bestia devoradora de hombres, propia de la película de Spielberg, estaba muy equivocado. El tiburón blanco es sumamente prudente. Se acerca a lo barrotes y, cuando crees que los va a envestir, gira y se hunde en las oscuras aguas verdosas, así una y otra vez. De vez en cuando aparece por detrás y vuelve a marcharse. A diferencia de lo que pasa en un zoo, aquí tú eres el observado.

 

 En las oscuras y frías aguas de Gansbaai, el tiburón blanco, sumamente sigiloso, aparece y desaparece, una y otra vez. En la imagen, un ejemplar de más de 4 metros pasando por debajo de un señuelo de madera con  forma de foca.

 

Pasados unos minutos, el tiburón acelera su marcha y se dirige a bastante velocidad hacia dos mitades de atún que están colgadas de una boya, a un par de metros de la jaula, y asombrados vemos como las arranca, en medio de un gran chapoteo. Un león tardaría varios minutos en dar cuenta de semejante festín, el gran blanco se los zampa de un solo bocado y desaparece.

 

 El gran blanco da cuenta, de un solo bocado, de las dos mitades de atún atadas a la boya. Sin duda estamos ante el pez más poderoso del planeta.

 

Esa mañana vimos otros dos tiburones. Al mediodía levantamos anclas y ponemos rumbo a tierra. Por el camino todo el mundo vuelve con una sonrisa. Miramos a los ojos del gran blanco y no sentimos miedo, sino admiración y respeto por este superviviente. Desde 1996 el tiburón blanco está catalogado en la lista de la IUCN como vulnerable, de nosotros depende que su aleta siga surcando la superficie de los mares.

 

Problemas con la carcasa de la cámara digital obligaron a sacar las fotos subacuáticas con una cámara desechable. A pesar de ello, se observa perfectamente la majestuosidad del gran tiburón blanco, que puede sobrepasar los 6 metros de longitud y dos toneladas de peso.

Salir de la versión móvil