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El finning en la EU: Culebrón en tres capítulos y medio

 

El finning o aleteo es una «modalidad» (por llamarle de alguna manera) de pesca que consiste en pescar tiburones, subirlos a bordo, cortarles las aletas y devolverlos al mar. Muchas veces ocurre que el animal todavía sigue con vida, de manera que no es difícil imaginar cómo será su final: sin aletas es incapaz de sostenerse sobre la columna de agua, con lo cual se hundirá irremisiblemente y, una vez llegado al fondo, si antes no lo devoran por el camino, acabará muriendo de asfixia tras una larga agonía. Ya sabéis que los tiburones pelágicos necesitan el movimiento continuo para mantener el flujo constante de agua hacia sus agallas. Esta práctica cruel y altamente destructiva sigue en alza en todo el mundo gracias a la disparada (y disparatada) demanda de aleta por parte de los mercados asiáticos, en especial China, para la elaboración de la sopa de aleta de tiburón, que según su estúpida costumbre debe estar presente en todo buen banquete que se precie como demostración de estatus social. Y esto es para lo único que sirve, puesto que en realidad la aleta no sabe a nada, simplemente aporta textura a la cosa. Y glamur. Es triste: la población mundial de un súper depredador está al borde del colapso para que unos millones de ignorantes puedan seguir presumiendo de nuevos ricos.

Capítulo 1: Por supuesto, en la civilizada Europa el finning fue prohibido en el 2003 por el  Reglamento (CE) nº 1185/2003 del Consejo, de 26 de junio, que en su Artículo 3 establece que «Queda prohibido cercenar las aletas de los tiburones en los buques, y mantener a bordo, transbordar o desembarcar aletas de tiburón», así como «comprar o poner a la venta o vender las aletas de tiburón que se hayan cercenado a bordo, mantenido a bordo, transbordado o desembarcado infringiendo el presente Reglamento». Clarísimo, ¿a que sí?… Pues no. De clarísimo, nada.

España es la primera potencia de Europa en la pesca de tiburones y la tercera a nivel mundial después de Indonesia y la India. A mucha distancia se sitúan Francia, Portugal o Inglaterra. Particularmente importantes y potentes son las flotas palangreras de superficie congeladoras de España y Portugal. Tanto, que el Consejo introdujo solo para ellas una espectacular excepción en la aplicación del Artículo 3: el Artículo 4, que permite «que los buques que dispongan de un permiso de pesca especial cercenen a bordo las aletas de los tiburones muertos y mantengan a bordo, transborden o desembarquen aletas de tiburón». Es decir, los estados miembros tienen la potestad de otorgar Permisos Especiales a todos aquellos barcos «que hayan demostrado que pueden utilizar todas las partes de los tiburones y que hayan justificado la necesidad de transformar a bordo las aletas y las partes restantes de los tiburones por separado». En la práctica esto ha supuesto convertir la legislación europea en una de las más laxas del mundo: algo así como una bola de queso donde los agujeros son más grandes que el propio queso. Ya os podéis imaginar que España y Portugal se apresuraron a repartir «Permisos Especiales» entre sus barcos con el mismo rigor y contención que el que emplean SSMM Los Reyes Magos de Oriente y todo su séquito para repartir caramelos entre todos los niños del mundo todos los 5 de enero. Como nota folclórica añadir que en estos momentos sólo estos dos países siguen concediendo Permisos Especiales, los demás han renunciado a ese privilegio (también es verdad que dado el tipo de flota que tienen, les da exactamente igual darlos que no darlos, que hipocresía hay mucha).

Pero aquí no acaba la cosa. En previsión de que a algún desconfiado se le ocurriese la peregrina idea de comprobar si el peso de las aletas corresponde realmente con el de los cuerpos (es decir, si no hay más aletas que cuerpos, si un buque en cuestión ha practicado finning), la Comisión añadió en los puntos 4 y 5 del Artículo 4 que «los Estados miembros establecerán la correspondencia teórica entre los pesos de las aletas y de los cuerpos, habida cuenta del tipo de pesca, la composición de las especies y el tipo de transformación y almacenamiento. En ningún caso el peso teórico de las aletas será superior en más de un 5 % al peso vivo de las capturas de tiburón» [las negritas son mías]. O sea: la zorra guardando el gallinero. Los estados miembros son quienes deciden en base a su criterio, pero por si acaso se establece una ratio del 5%, un porcentaje a todas luces elevadísimo, puesto que en la realidad no supera el 3%. Ahora sí que lo tenéis un poco más claro, ¿o no? Por supuesto, la flota española y portuguesa rechaza frontalmente el finning y sostiene que ninguno de sus barcos lo practica. Bueno, pues no es cierto, al menos no del todo. El margen que hay hasta el tope legal se rellena de aleta.

Capítulo 2: Ante semejante disparate, la Comisión Europea elaboró este año una propuesta para endurecer la legislación, que incluía medidas tan interesantes como eliminar los Permisos Especiales de Pesca (que ya eran motivo de queja y chirigota), es decir, eliminar el polémico Artículo 4, y obligar a la flota a desembarcar los tiburones con las aletas pegadas al cuerpo de forma natural (cosa que, por otra parte, se viene haciendo sin mayor problema en países tan exóticos como los EEUU). Ya os imagináis que los interesados pusieron el grito en el cielo con su habitual mesura: que si eso iba a suponer la pérdida de no-sé-cuántos puestos de trabajo, que iba a tener un coste monumental para los barcos cifrado en casi nueve millones y medio de euros… En una palabra, el Apocalipsis. Lo que se les olvidó de decir es que «los palangreros de superficie españoles y portugueses que están autorizados para cortar las aletas a bordo recibieron más de 117 millones en subvenciones de la UE entre 1994 y 2007», según reveló un reciente informe de Oceana. O sea, que si el coste por barco y año es de 22.000 €, «de los barcos subvencionados, 32 recibieron más de 1 millón de euros de la UE». Qué cosas, ¿verdad? Nos echan en cara las pérdidas… del dinero que les regalamos.

Capítulo 3: Finalmente, la Comisión de Pesca del Parlamento Europeo se reunió el pasado 19 de septiembre para votar una serie de enmiendas a este Informe de la Comisión Europea. Y la ponente fue… (¡tachán!)… la eurodiputada portuguesa Doña Maria do Ceo Patrão Neves, quien desde el inicio de los tiempos, y sin ningún disimulo, se mantuvo siempre del lado de los palangreros, defendiendo una y otra vez sus intereses. Y lo consiguió. Las votaciones fueron muy reñidas; las mociones se aprobaron y rechazaron por un estrecho margen tras intensos debates, etc. Resultado… pues no se sabe. Parece que bien, parece que mal. Según. La patronal pesquera implicada parece cautelosamente satisfecha, ya que según ellos se mantiene el permiso para cercenar aletas a bordo y el desembarco de aletas y cuerpos en lugares distintos. Algunos grupos conservacionistas se muestran cautelosamente satisfechos puesto que parece que el objetivo de rechazar radicalmente el finning se ha alcanzado y que los flecos que quedan se resolverán satisfactoriamente en el próximo Pleno. En cambio, otros están comprensiblemente desconcertados y enfadados porque el objetivo fundamental no se ha alcanzado, todo sigue igual pero con la cara lavada. Por poneros un ejemplo: teóricamente (sólo teóricamente), la Comisión ha votado eliminar el Artículo 4, que permitía mediante Permisos Especiales cortar las aletas a bordo, pero al mismo tiempo ha votado que las aletas se podrán cercenar a bordo «en los casos indicados en el Artículo 4».

¿Está ya más claro, o no?

Capítulo 3 y medio: En los próximos meses estas cuestiones serán sometidas y votadas, o no, en el Pleno. Debemos mantener la esperanza de que las cosas vayan a cambiar, y esto os lo dice un pesimista. Mientras tanto, lo único que nos queda es apoyar en la medida de nuestras posibilidades cualquier tipo de acción de apoyo a las iniciativas que grupos como Shark Alliance están poniendo en marcha para sensibilizar y movilizar a la opinión pública europea. Al fin y al cabo es al voto y a la imagen pública a lo que los políticos temen y hacen caso. Siempre fui un escéptico, pero he comprobado que las campañas de firmas en internet (comodísimas, porque sólo requieren un «click» que apenas nos cuesta un par de minutos), son bastante más eficaces de lo que creemos: por ejemplo, se ha conseguido que varias cadenas de hoteles, restaurantes e incluso líneas aéreas hayan retirado la sopa de aleta de sus menús… ¡Hasta el propio gobierno de China la ha apartado de sus menús oficiales!

Quien desee ampliar toda esta información puede visitar este enlace del blog Tiburones en Galicia.

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