Desgarbada y torpe cuando camina, la garcilla bueyera no es precisamente un ave adaptada a carreras por la montaña. Sin embargo, encuentra su verdadero elemento en carrizales y zonas ribereñas, hábitat predilecto de sus presas alimenticias.
Pertenece a la familia Ardeidae, un grupo de aves representadas por la garza real , el martinete, la garza imperial y otras que me dejo en el tintero. Lo verdaderamente destacable son sus adaptaciones anatómicas que la dotan de un diseño muy útil para la caza de pequeños pececillos. La garcilla bueyera sobresale por su cuello plegado como un acordeón, sus exageradas patas y su pico fuerte de color amarillo-anaranjado. Estas son las principales características que la convierten en una temida cazadora acuática.
La presencia de la garcilla bueyera en los carrizos y pequeñas zonas húmedas ha ido creciendo en los últimos años. Su gregarismo y capacidad de adaptación a los cambios del paisaje serían cualidades interesantes. Es un ave bonita, en vuelo; su blanco plumaje destaca junto a su torpe aleteo, denotando que el medio aéreo no es su hábitat predilecto.
Un día de febrero, y muy próximo a una huerta de regadío de la ciudad de Murcia, encontré posada por la mañana y en una inmejorable posición a este ejemplar. Yo creo que posaba para mí, no creen que: ¿a quién madruga Dios le ayuda? Quizás esa fue la razón de mi fortuna. Allí estaba ella, en grupo y esperando algún retratista para ensalzar sus partes más bellas. Me gusta complacer deseos cuando se trata de una vanidosa y coqueta garcilla, así que, sin espera; procuré fotografiarla en las mejores posiciones. El sol se desperezaba y daba un tono cobrizo que realzaba aún más su blanco inmaculado.
No son las mejores fotografías pero sirven para ilustrar esta ave zancuda, que seguro, esconde secretos y virtudes que, por falta de conocimiento, todavía no soy capaz de valorar y apreciar.
