Los Bloggers de Axena

Un nuevo súperpalangrero

Esta es la imagen de un súperpalangrero que va a construirse por encargo de una compañía pesquera de Alaska con base en Kodiak, Alaskan Leader Fisheries. Se llamará Northern Leader y será uno de los palangreros más grandes del mundo, con 56 m de eslora, 12 m de manga y más de 1000 m cúbicos de cámaras con capacidad para almacenar 850.000 kg de pescado. Costará la friolera de 25 millones de dólares y estará operativo a partir de abril de 2013; es decir, preparado para poner algo más que un granito de arena en la destrucción del Pacífico Norte, puesto que podrá cebar y largar hasta 76.000 anzuelos diarios gracias a su Mustad Autoline Super Baiter y procesar hasta 70.000 kg de pesca.

Paradójicamente, el buque va a obtener una green credential (una especie de «carnet verde») gracias a su innovador sistema diésel-eléctrico de propulsión que evitará la emisión de grandes cantidades de CO2. Pues ya nos ha quitado un enorme peso de encima. Sus diseñadores presumen, además, de que estará equipado con sistemas de procesamiento de pescado de última generación que permitirán aprovechar la totalidad de cada pez, desde la cabeza hasta la cola: nada será desechado y devuelto al mar. Cuando recojan sus cientos de kilómetros de palangre de fondo repletos de bacalao y quién sabe qué otras especies, en el mismo barco extraerán el aceite de sus hígados y fabricarán productos y subproductos con lo todo demás, sin necesidad de esperar a llegar a puerto.

Hace un tiempo hablábamos de cómo los métodos altamente destructivos de la pesca industrial han arrasado la mayor parte de los océanos de la Tierra (I y II). Pues bien, aquí tenéis un ejemplo sumamente descorazonador. ¿Realmente hacía falta un buque con semejante capacidad pesquera, cuestiones de pura rentabilidad económica aparte? Estamos tomando el camino equivocado, y cuando nos demos cuenta de ello será demasiado tarde. En modo alguno el océano podrá soportar el descomunal esfuerzo pesquero que barcos como este siguen realizando infatigable e insistentemente, día tras día, año tras año. Y es que los seres humanos estamos actuando como un virus, que crece y crece a costa de los recursos que va robando de su huésped cada vez con más avidez, hasta que termina matándolo… y matándose a sí mismo. Y lo que más nos llena el corazón de amargura es que esto lo sabemos y no somos capaces de evitarlo, como si una segunda naturaleza, latente bajo el disfraz de seres racionales de que tanto nos gusta presumir, nos estuviese empujando, ciega e inexorablemente, hacia nuestra propia destrucción.

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