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Habitantes de la superficie: Golondrina de mar (Glaucus atlanticus)

Uno de los habitantes de la superficie marina más curiosos es la golondrina de mar. No se trata de un pájaro, pez o crustáceo, sino de un molusco. Su nombre común hace referencia a su aspecto, el cual combina un patrón de colores similar al que poseen las golondrinas que conocemos. Aunque sin plumas, también el viento dirige su rumbo. Hablamos de Glaucus atlanticus, un molusco perteneciente al orden de los nudibranquios.

Foto: Bill Rudman

Como buen nudibranquio, su estrategia alimenticia no resulta algo convencional. Se alimenta casi exclusivamente de sifonóforos, tipo carabela portuguesa (Physalia physalis). Pero no obtiene de éstos solo la energía necesaria para subsistir sino que es capaz de almacenar parte de los nematocistos (arpones urticantes que la carabela utiliza para atrapar a sus presas) para su propia protección. De la golondrina de mar emergen multitud de apéndices que se extienden a lo largo de toda su superficie corporal. Éstos, a parte de mejorar su flotabilidad, ofrecen una amplia extensión en la que el nudibranquio puede almacenar los nematocistos «robados» a su presa.

Foto: Bill Rudman

Los nematocistos son las armas que los cnidarios (medusas, corales y sifonóforos) emplean para cazar. Son estructuras con forma de arpón que se alojan dentro de una célula conocida como cnidocito, la cual posee un pelo muy sensitivo que tras su estimulación libera el nematocisto. Normalmente se activa por contacto. En la cavidad del cnidocito, en la que se aloja el nematocisto, también suele acumularse algún tipo de toxina que ayuda a paralizar a las presas. Ésta es la sustancia responsable de las picaduras causadas por las medusas a los bañistas. La golondrina de mar es capaz de almacenar los nematocistos inactivados, es decir, en el interior del cnidocito y listos para descargar. Por tanto, la golondrina de mar puede provocarnos una reacción urticante si la tocamos, debido a la descarga de los nematocistos y la sustancia tóxica que contienen. Además, algunas golondrinas de mar pueden resultar incluso más tóxicas que las propias carabelas portuguesas de las que se alimenta, ya que en las primeras puede concentrarse un elevadísimo número de cnidocitos, incluso superior al que de forma natural se encuentra en la carabela.

Esquema de acción de un nematocisto

La golondrina de mar nunca abandona la superficie. Gracias al patrón de colores de su dorso, compuesto por un bandeado azul y blanco,  puede camuflarse y pasar desapercibido a los ojos de las aves que vigilan la superficie del agua, como un albatros. En su zona ventral luce un gris azulado homogéneo que ayuda a camuflarse visto desde abajo, al mimetizarse con el color del cielo. Para flotar, además de sus apéndices corporales, posee una vesícula gaseosa en su estómago. Carece de cualquier mecanismo para combatir la corriente y nadar voluntariamente; únicamente se entrega a ella, confiando que en su trayectoria coincida con alguna presa suculenta.

La mayoría de los nudibranquios realiza sus puestas sobre el sustrato. Sin embargo, la golondrina de mar también confía su prole a la deriva marina. La puesta de estos raros moluscos se compone por cadenas de huevos flotantes. Poseen la correcta densidad para mantenerse a una justa profundidad para evitar la radiación excesiva de la superficie, así como para permanecer cerca de ésta como sus protegenitores. De los huevos emergen  nudibranquios en miniatura que emprenderán una vida sosegada y sin grandes esfuerzos.

Foto: Bill Rudman

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