El sabor de la Habana

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Todo comienza despues de un largo viaje en avión, cuando el vuelo UX051 aterriza en el aeropuerto Jose Martí. Nada más salir de la compuerta del avión un gran bochorno te golpea en la cara y una sensacion de humedad extrema inunda los pulmones, ¡y es de noche!

Nos trasladamos al hotel y en el trayecto comenzamos a ver los típicos coches antiguos característicos de la  época de los 50; pero a mí lo que más me sorprende es verlos en un semáforo al lado de un Audi A6 ¡nuevo, del trinque!

Panorámica de la Habana.

A la mañana muy temprano, inquietos y todavía con el horario sin adaptar emprendemos el día con mucha energía. Salimos dirección al malecón de la Habana, queremos ver el océano desde el otro lado del charco, será igual??? Puede parecer extraño… pero no parece el mismo, no tiene la fiereza a la que nos acostumbra en nuestra costa, o quizás sea la morriña. Desde allí y como los miles de turistas emprendemos las típicas visitas: el Hotel Nacional, la famosa heladería Copelia, la visita a la zona vieja de la ciudad, en donde vemos el museo de la revolución, un cachito de la antigua muralla, varias fortalezas que flanquean la bahía de entrada a la ciudad. Por supuesto el Capitolio, el museo Memorial Granma (una exhibición del poder bélico de Cuba),  la fábrica de Tabaco, varios hoteles míticos por sus antiguos usos como el telégrafo, la catedral de la ciudad, y muchos otros lugares típicos en las guías de turismo.

De izq a dcha y de arriba a bajo un cachito de muralla, el capitolio, el museo de la revolución y la universidad.

En fin… unos verdaderos «guiris». Pero lo que a mí me resulto realmente interesante, es que cuando hacemos un viaje buscamos algo más que unas bonitas fotos; buscamos experiencia, sensaciones, sentimientos, olores, sabores, percibir las diferencias entre culturas o formas de vida. Y sin duda Cuba, ha cumplido con creces esas expectativas, ha llenado de experiencia un trocito de mí.

Para alguien como Carol y yo, que nunca habíamos visitado un país tan lejano, con necesidades, y teniendo en cuenta las peculiaridades sociales que tiene Cuba, nos resultó al principio un poco intimidante adentrarse solos por las calles de una inmensa urbe, cuyo aspecto es de haber sufrido un bombardeo hace unas horas. Pues sus edificios y fachadas no están reconstruidas ni reformadas en su inmensa mayoría. Las calles una vez que abandonas las principales avenidas son de dos clases: las típicas de barrio acomodado tipo película americana de aceras con su jardín y casas unifamiliares o calles sin apenas acera con una señora sentada en una banqueta a la puerta de cada edificio, que te seguían con la mirada en silencio dando un poco de miedito. Eso sí el aspecto tanto de unas como de otras es de pobreza y descuido, no pienses que vas a encontrar jardines arreglados o fachadas pintadas, fuera de los lugares turísticos.

Una de las calles, y el aspecto descuidado de la ciudad.

Sus gentes son educadas, parlanchinas, muy extrovertidos en general, pero con truco; pues en el momento en el que deducen que uno está de visita (cosa no muy difícil) la necesidad y la picaresca se pone en funcionamiento con el fin de buscar una propina, que a ellos les soluciona mucho y que para nosotros pues no es tanto. Sin embargo al cabo de unos días resulta molesto, y por primera vez sentí la necesidad de llevar gafas de sol, sí… me sentía resguardado tras ellas. Cada vez que alguien te pedía la hora o se dirigía a ti con cualquier pretexto, comenzaba una agradable conversación sobre nuestra procedencia, los motivos de nuestra visita, si la ciudad nos gustaba, y eso comenzaba a torcerse hacia te enseño la ciudad, la autentica cuba, tengo unos puritos muy baratos, no andarás buscado un buen ron, no me comprarás leche para mi hijo o pañales, etc, etc.

De izq a dch y arriba a bajo una familia, una de las bailarinas del Tropicana, una «meigas» cubanas, un boemio que busca inspiracion en el malecon de la ciudad

Esta sensación la sentí en la cuidad, pues tuve la oportunidad de conocer la zona rural y allí la cosa parece que cambia, o al menos María (la campesina que conocimos) era diferente. Extremadamente tímida al principio, nos ofreció un café y conversamos con ella, que nos explica algo del funcionamiento de un país que sufre el bloqueo de la nación más poderosa del mundo. Sorprende lo claro que parece que tienen las ideas, defienden la dignidad humana por encima de todo, y la dignidad de Cuba y los cubanos. Son conscientes de que las cosas tienen que cambiar y están cambiando «pero los cambios de uno en uno por favor», «hay que asimilarlos de uno en uno para que no sean contraproducentes». Estas frases suenan, o al menos a mí me sonaron, como una reflexión profunda y tan obvia, que al comparar la forma en que se llevaron a cabo los cambios en otros países hispanos, incluso el nuestro, descubres una gran inteligencia y una intención firme de cambio… pero no me estreses.

En una de las plazas encuentras esta placa, que define un ideal social.

Entre otras curiosidades muy al hilo de nuestro blog, pudimos comprobar que no existen bombillas incandescentes o al menos la inmensa mayoría son de bajo consumo pues no recuerdo haber visto ninguna que no lo fuera. Además saben que sus recursos son limitados y hay planes de conservación del medio, y un reciclaje de materiales que llega incluso a los souvenirs, y nos explican como los detalles que se hacen de madera para los turistas provienen de madera de postes de la luz que sustituyen o de vallas de algún cercado que se reponen. Quizás esto sea por necesidad y por las circunstancias que les acechan, pero eso te hace reflexionar sobre cuántas cosas nos sobran, y qué poco hace falta para ser feliz.

Para finalizar y a modo de conclusión la experiencia es inolvidable y un punto de inflexión en la nuestras vidas.

Como respuesta al título del post… : El sabor de la Habana es agridulce.

4 Comentarios

  1. Hummm.. desde luego este post aún me da más ganas de poder conocer Cuba, sobre todo aún la Cuba famosa por ser uno de los últimos bastiones comunistas, desde luego una cultura y sociedad que merece la pena conocer… Buen post! Y gracias por acercarnos tus viajes!

  2. Supongo que la sensación agridulce es la misma que senti yo cuando fui a Tunez. Descubres una cultura nueva, muchos edificios chulos, muchos detalles con los que quedarte pero a la vez ves que las zonas que no son turísticas estan muy, muy dejadas de lado… una pena verdad?

    Buen post! Sigue con tus viajes ;)

  3. Si efectivamente, todo te llama la atención, te gusta su forma de ver la vida; pero cuando estas de vuelta en casa y fríamente analizas… tienen cosas muy buenas pero las malas son malas y están ahí.

  4. Eu tamén tiven unha impresión agridoce de Cuba este verán cando estiven alí. Esa xente «interesada» haina en tódalas partes da illa. Nin sequera cidades do interior como Trinidad se salvan. Alí nada máis saír do bus, sofres un verdadeiro acoso de xente que quere que te hospedes no seu B&b. Ata chegan a darte mal a indicación da casa á que vas, para que fagas negocios con eles. Os cubanos, sentíndoo moito, non me pareceron xentes legais. Claro que se viviramos nas condicións nas que viven eles durante tanto tempo se cadra fariamos igual… ou se cadra non. De tódalas cousas que visitei, quédome coa mañá na que estivemos no Centro Galego falando co presidente que nos ensinou o edificio por dentro. Media hora antes fixeramos e pagaramos por un tour polo edificio que simplemente ensinou o hall e o teatro. O presi do Centro Galego explicounos máis da historia do edificio, ensinounos carnés de galegos no centro de principios do século pasado, as revistas que publicaban… Pero realmente, caéuseme o corazón ó ver a xigantesca sala de baile no último piso. Agora andan rehabilitándoa, recuperando os frescos. Xa non hai xanelas, si quedan unha especie de contras pero a través delas cólanse paxaros que aniñan no interior do edificio e cagan todo o chan, un chan onde danzou unha porción da Galicia emigrante.

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