Un barbanzón en Turquía: Estambul (I)

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Tras haber visitado Estambul, aún no soy muy consciente de lo grande que es. Su distribución a los dos lados del «mundo«, el lado europeo y el lado asiático, hace muy difícil compararla con otras grandes ciudades, pero en mi opinión me ha resultado más grande que París o Londres. Estiman que podrían vivir en esta megalópolis unos 20.000.000 de almas de diversas culturas y orígenes. Esta ciudad, es sin duda la llave de Occidente y de Oriente (dependiendo desde donde se venga, claro).


Vistas desde el mar del Mármara de la mezquita de Santa Sofía.

Para que os hagáis una idea, desde Ataturk (el aeropuerto más grande de los tres que tiene Estambul) hasta Kartal (ciudad obrera absorbida por Estambul en el lado asiático) se tardan al menos dos horas utilizando varios medios de transporte. Primero cogimos un taxi para salir de Ataturk, de ahí llegamos a una estación marítima para coger un ferri que nos cruzara al lado asiático (nombre de la estación).
Ah! Muy recomendable: Si visitáis Estambul, los ferris que cruzan a ambos lados son una de las mejores formas de conocer la ciudad y el estrecho del Bósforo.  Bien, llegamos al lado asiático a la estación de Bostanyi, de allí otro autobús dirección sur hasta Kartal (águila en turco). NOTA importante: los autobuses allí son en general microbuses, de unas 7-10 plazas sin ningún tipo de identificativo más allá que el de propio microbuses. Las paradas no suelen estar tampoco señalizadas, reconoceréis las más importantes por una agrupación desorganizada de microbuses con conductores vociferando. No hay tickets. Le pagas al acompañante del conductor cuando ya estás dentro, al cambio los billetes suelen valer entre 50-70 céntimos de euro.

Bien, pues tras dos horas de viaje en estos diferentes medios de transporte, en mis primeras horas en Turquía no fui capaz de distinguir el fin de la ciudad o la periferia, ya de Kartal en todas las direcciones Estambul sigue extendiéndose a lo ancho y largo del mar del Mármara.

No se puede ir a Estambul sin visitar el área de Sultanahmet, el palacio Topkapi, la Mezquita Azul y Santa Sofía. Bien, pues efectivamente hay que ir pero en mi opinión no hace falta demorarse demasiado. El palacio Topkapi tiene una entrada de más de 5 euros y en mi opinión ninguno de los edificios merece demasiado la pena, sin embargo sí puede ser interesante visitar la exposición permanente de las joyas y los vestidos del Sultán, la verdad es que tanta riqueza resulta apabullante, aunque a mí personalmente me aburre bastante.
Santa Sofía sí resulta muy recomendable visitar, con una cúpula de 30 metros de algo y 65 de ancho, es de una belleza única en el mundo. Allí se pueden observar los mosaicos bizantinos más famosos en la actualidad. Con un poco de suerte (en temporada baja) podréis pasear tranquilamente sin las cámaras de cientos de japoneses y coreanos. Al sur de Santa Sofía, a unos 200 metros se emplaza la Mezquita azul, la cual aún está en activo, siendo una de las más importantes para la religion musulmana (y de las pocas que tienen 6 minaretes, símbolo de su importancia y del poder del Sultán). En ella se puede ver cómo los fieles practican sus rituales de lavado en las numerosas fuentes antes de realizar las plegarias. Muy interesante y formativo. También se puede visitar algunas zonas del interior de la mezquita.

Mosaico de Cristo en Santa Sofía.

IMPORTANTE: las mujeres están obligadas a cubrirse la cabeza, si van con camisetas/vestidos de sisa también se deben cubrir hombros y pecho.

Una de las cosas que más me gustó del centro histórico es la cisterna de Yerebatán, una cisterna de origen bizantino para surtir de agua potable a Bizancio. La cisterna era alimentada mediante acueductos provenientes de las montañas y bosques del noroeste a 20 km de Estambul, ocupa una extensión de 10.000 m2, 8 metros de altura y tuvo capacidad para albergar 80 millones de litros. El techo en bóvedas se soporta por cientos de columnas romanas provenientes de templos romanos de Anatolia. Resulta de especial atención, al noreste de la cisterna, la base de dos columnas son sendas cabezas de Medusa… Dentro de la cisterna también se organizan conciertos, a mí no me coincidió pero estoy seguro que vale muchísimo la pena.

Cabeza de medusa en la base de una de las columnas de la cisterna.

Es muy posible que nos entre el cansancio tras visitar los principales destinos en Sultanahmet. Bien, uno de las bebidas más famosas de Turquía es el saleph, una especie de… orquídeas, leche, canela… En este lugar escondido por debajo de Santa Sofía, aquí los estudiantes de la cercana universidad de Estambul, suelen venir a tomar los omnipresentes tés turcos, pero yo en este sitio os recomiendo el saleph.

Pescadores y chinchos pescados desde el puente del Gálata.

Dirección norte, descendiendo Sultanahmet hacia el puente del Gálata, recomiendo el bazar egipcio, plagado de tiendas de especias que hacen del paseo por él un regalo olfatorio de oriente para nuestras pituitarias.  Ya en el puente del Gálata, es un espectáculo ver a todos los pescadores que allí se concentran. Aprovechan el estrecho paso entre el Mar Negro y el Mediterráneo: jureles, sardinas, mújeles… son típicos de allí, e incluso en la base del puente hay barcos-cocina que te preparan directamente el pescado. En el primer piso del puente, existen toda una serie de restaurantes con terrazas y vistas al Bósforo y al Cuerno de Oro. Aquí recomiendo que os toméis un anasson, el licor más fuerte de Turquía. Así que allí me dispuse a degustarlo, por la noche, con la ciudad encendida de estrellas y los barcos pasando por debajo del puente. Pensé que debería ser un licor delicado y de aroma exquisito… pues no!! Anasson  significa: Anís! Anís del mono! Anisete de toda la vida!

Y es lo típico que toman allí para una velada romántica! Vaya-vaya, con la pasión turca!

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Desde pequeño siempre fui aficionado a la naturaleza, pasando mis tardes metiendome por donde pudiera en medio del monte y la playa. Así que mi afición traté de hacerla en serio y acabé la carrera de Biología en el año 2003. En la actualidad, estoy realizando la tesis doctoral en el lab. de Biotecnología Vegetal de la Universidad de Vigo. Desde hace tres años presido AXENA, mi trabajo en la asociación está centrado en la coordinación de las diferentes disciplinas que conforman nuestros proyectos, su gestión y claro está, en el área de naturaleza.

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