Hace ya algún tiempo me encontré una jaula con un pajarillo al pie de un arbolito. En aquel momento no entendí lo que ocurría. ¿Habrán abandonado al animal? No parecía lógico abandonarlo dentro de la jaula, por lo que al fijarme vi como unas ramas del árbol se encontraban pegajosas.

Preguntando más tarde me enteré que existe una modalidad poco conocida: el silvestrismo. Y aquella escena se ajustaba a esa práctica, que consiste en la captura y adiestramiento para el canto de pequeños pajarillos de la familia de los fringílidos, familia de los jilgueros o verdecillos que todos conocemos.
Esta práctica centenaria podemos simplificarla en dos partes, una negativa que es la captura y otra que me gusta mucho mas que es el estudio del canto de las aves. En este estudio se llegan a realizar competiciones donde diferenciar muchos tipos de cantos no solo entre especies sino actitudes de un mismo ejemplar. Esto puede ser muy interesante ver como un aficionado al silvestrismo observa a estas aves y las estudia, graba o fotografía. En ocasiones aves silvestres pero mayoritariamente aves criadas en cautividad.
Desgraciadamente la parte negativa es la de la captura de aves silvestres, prohibida e ilegal que todavía se sigue existiendo.
Esta práctica en otras épocas venía siendo usada para paliar las hambrunas que se vivieron en la posguerra pero a día de hoy no se entiende a estos aficionados ni al mercado que se genera detrás de esta práctica ilegal. Mercado sorprendentemente amplio en la que se venden desde modernos mecanismos automatizados con redes hasta los clásicos pegamentos o ligas.
En aquella ocasión el procedimiento era más rustico, pues usaba como reclamo el pájaro en la jaula y esperaban a que se posara otro pájaro silvestre en las ramas encolada. Así quedaría pegado y capturado. Por supuesto, cabe decir que en aquella ocasión nadie capturó nada y espero que la denuncia formulada aquel día por la Guardia Civil haya servido de escarmiento.