Era la primera semana de este septiembre en Murcia. El calor aún no había aflojado y los largos meses sin lluvia hacen mella en todo el ecosistema. Una ansiosa chupaleche, una de las mariposas más preciosas de Europa (siempre lo digo), se acercó revoloteando a la fuente de vida, al agua que escurría de una manguera por el suelo de cemento.

Se posó al borde del agua, y con su espiritrompa se ladeaba de tal manera que no paraba de succionar y succionar sedienta el líquido vital. Tal debía ser su sed, que me dejó acercarme muchísimo, así que allí tirado en el cemento del suelo pude coger estas instantáneas a casi 40 grados de temperatura, que espero que os gusten.

