Debo reconocer que en muy extrañas ocasiones tengo el recuerdo de luciérnagas. Las luciérnagas colmarían el vaso de la felicidad cuando eras niño y jugabas con tus primos y demás niños de la zona todo el día hasta que cayera la noche. Te duchabas, cenabas y volvías a salir otra vez para seguir jugando en esas noches de verano. Esas noches mágicas, sin viento, sin rocío, en las que en Galicia, el olor a tierra mezclado con el olor de las agujas de los pinos supera el olor a humedad de la hierba fresca. En esas contadas ocasiones, si se pudieran ver, las luces de las luciérnagas sería la noche de verano perfecto para cualquier niño, bueno, quizás para cualquiera.
Os dejo estas fotos realizadas por el fotográfo japonés Yume Cyan que realizó en Nagoye (Japón). Maravilloso.




Es sin duda un espectáculo verlas, los invito a leer, mi libro; la novela corta: «Las luciérnagas sólo aman en el verano», de Henry Parejo Hernández, Venezuela. Se que les gustará, pueden leerla a través de Amazon.Com. Mil gracias.