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La migración de Las Monarcas

En septiembre del año pasado, Domingo dio pauta a un interesante relato sobre una de las trece maravillas de México: La Mariposa Monarca (Danaus plexippus).

Desde luego que la curiosidad  me tenía intranquila y bastó un ligero toque de inspiración para hacer un recorrido de 3 horas hacia las faldas occidentales del Nevado de Toluca y traspasar la puerta de los altos e imponentes montes de Piedra Herrada para contar –desde este lado del charco– la  historia de por qué estas encantadoras criaturas recorren más de 5,000 km, desde Canadá y Estados Unidos, para instalarse en nuestros bosques y encontrar en ellos uno de sus destinos favoritos que les ha permitido disfrutar de unas extraordinarias vacaciones de hibernación, lejos del crudo invierno y temperaturas heladas que azotan en sus lugares de origen.

Vista panorámica del Santuario «Piedra Herrada»

 

Altos oyameles (Abies religiosa) que albergan las colonias de las Mariposas Monarca

Si bien, las mariposas son símbolo de transformación, las Monarcas son incluso emblema de  asombrosa perseverancia. Su migración  es uno de los fenómenos naturales más impresionantes en Norteamérica, debido al gran número de mariposas que viajan hacia el sur, orientadas por la trayectoria del sol, incluso en los días nublados, gracias a que poseen un sentido especial, algo así como una brújula biológica que funciona en relación con el movimiento solar.

La migración de las mariposas de norte a sur.

Las mariposas adultas reproductivas viven de cuatro a cinco semanas. No obstante, una de las maravillas de la Monarca es la producción de la generación “Matusalén”, pues cuando se acerca el otoño nace una generación especial –cuya diferencia con respecto a sus ancestros– radica en que estas mariposas migratorias vivirán hasta siete u ocho meses, lo cual les permitirá hacer el extenso recorrido de ida y vuelta. Otra curiosidad de estos increíbles insectos es que son capaces de asimilar/acumular compuestos tóxicos y almacenarlos en su exocutícula (piel de los insectos), una poderosa defensa que las protege de los depredadores, aunque algunos se las han ingeniado para comer mariposas “condimentadas” con toxinas, como las calandrias y los pinzones.

Mariposas Monarcas (Danaus plexippus).

A finales de octubre y principios de noviembre, después de viajar durante dos meses, las mariposas se establecen en colonias, en donde pasarán la temporada de invierno en las montañas del centro de México -en los límites de los estados de México y Michoacán-  lugares donde se les da la bienvenida con la alfombra roja por los pobladores endémicos de la región, quienes año tras año las reciben con todos los honores, como se merecen estas auténticas jerarcas. De esta manera, se ubican en los bosques de oyamel en la parte suroeste de las laderas, por arriba de los 2,800 metros de altitud, en donde la humedad hace que el suelo esté cubierto por infinidad de musgos de todos colores y cuyo acceso a este espacio se hace a pie o a caballo después de 25 minutos de travesía, en los cuales se atraviesan valles rodeados por bosques para descubrir el fantástico sitio de reposo de las mariposas.

Las mariposas permanecen casi inmóviles en los troncos y en las ramas de los árboles

Ahí, durante diciembre y enero, las mariposas permanecen casi inmóviles en las ramas de los árboles. A simple vista se pueden observar los troncos y ramas de los oyameles tapizados de Monarcas, dan la impresión de hojas secas que no han querido caer. La imagen resulta impresionante, todas ellas unidas actuando como si fueran una misma, cubriéndose del frío, alimentándose de la savia de los árboles y protegiéndose de los depredadores quienes en ocasiones las cazan y saborean su abdomen, dejándolas sucumbir lentamente hasta que, al cabo de una hora, quedan inertes en el suelo.

Las Mariposas Monarca dan la impresión de hojas secas que no han querido caer.

Pero también podemos encontrar a las mariposas traviesas, aquellas dispuestas a la aventura y quienes, tras separarse un poco del grupo, bajan hasta el suelo para saltar, volar y divertirse con tanta gracia como con peculiar delicadeza. Incluso, podemos ser testigos de aquellas mariposas enamoradas que se aparean y vuelan en par por los aires con extenuante velocidad auxiliadas por el viento.

Las Mariposas Monarca (Danaus plexippus).

 

Las Mariposas Monarca (Danaus plexippus).

Gracias a la valentía de estas hadas, los visitantes tenemos la magnífica oportunidad de contemplar su belleza desde cerca y deleitar nuestras pupilas con la intensidad de sus tonos naranjas en contraste con aquellas líneas negras y motas blancas que perfilan su majestuosa silueta y suelen ser tan amigables que, hasta con poca suerte y paciencia, llegan a posar en la palma de tu mano. Es por ello que, en el santuario (luego de pasar las vallas de protección) hay que tener sumo cuidado de no pisarlas ni tampoco hacer ruido, pues esto las aterroriza pensando en que puede tratarse de algún depredador.

Mariposas Monarca (Danaus plexippus).

Definitivamente, las Monarcas –por pequeñas que sean– nos brindan un gran aprendizaje en cuanto a la posibilidad de alcanzar metas mucho mayores que las que nuestra frágil naturaleza aparenta ser capaz. Nuestro papel es entonces apoyar activamente a las princesas en su maravilloso y eterno destino de recrear su historia que nos permita asumir la conciencia necesaria para conservarlas y el corazón abierto para continuar recibiéndolas en los santuarios, lejos de la tala y deforestación de los bosques que afectan su preservación.

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