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Saiga tatarica, condenado por sus cuernos

El antílope saiga (Saiga tatarica) es un animal inconfundible, su simpático rostro ha inspirado a personajes de cine y televisión. Esto no le ha salvado de una feroz persecución por parte del ser humano que, en menos de 15 años, ha reducido su población en más del 90%. Los cuernos del macho del saiga, que durante millones de años le han ayudado en sus luchas por aparearse y a defenderse de los depredadores, ahora son objeto de deseo de la medicina tradicional asiática, lo que los ha llevado al borde de la extinción.

La extravagante y simpática cara del saiga no le ha librado de una feroz persecución de los cazadores para abastecer una creciente demanda de cuernos de la medicina tradicional asiática, especialmente China. Otros países como Singapur, Malasia y Japón también son grandes consumidores.

 

Hace miles de años, los saigas habitaban en Norteamérica, Asia y gran parte de Europa. De hecho, este animal aparece en pinturas rupestres del Paleolítico en el norte de la Península Ibérica. Sin embargo, la presión humana hizo que su zona de distribución se fuese reduciendo cada vez más. Actualmente sólo vive en unas pocas zonas de Asia Central, especialmente en Kazajistán, y en Mongolia, donde sobrevive la subespecie Saiga tatarica mongolica cuya población en 2004 era de sólo 750 ejemplares, en 2012 ha aumentado hasta los 5.000-7.000.

La alta tasa de natalidad de los saiga, cuyas hembras suelen alcanzar la madurez sexual antes de cumplir el año, y con frecuencia paren dos e incluso tres crías, es una luz de esperanza para la especie.

 

A principios de los años 90 la población de saigas se estimaba en más de un millón de ejemplares. Sin embargo, en 1991, la caída de la Unión Soviética, y el consiguiente desmoronamiento de su estructura administrativa y policial, trajo consigo un aumento de la caza furtiva. En 2004 no quedaban vivos más de 40.000 saigas, la mayoría hembras, es decir, su población se había reducido más del 95%. Ya en 2002 la IUCN catalogaba a esta especie como en “peligro crítico de extinción”. Según la Alianza para la Conservación del Saiga, “ninguna especie de mamíferos ha sufrido tal disminución en tan poco tiempo”. Triste record.

Saiga con pelaje de invierno. Estos pequeños antílopes, que no suelen sobrepasar los 50 kg en caso de los machos y 30 kg. las hembras, están perfectamente adaptados a las duras condiciones de la estepa asiática. Este macho luce sus característicos cuernos anillados en forma de lira, objeto de deseo de la medicina tradicional asiática.

 
Los saigas son cazados masivamente por la carne, pero sobre todo por sus cuernos para abastecer el mercado asiático. Según la medicina tradicional, el cuerno, en polvo o cortado en finas rodajas, tiene numerosas aplicaciones. Como los machos son más grandes y sólo ellos tienen cuernos, sufren una presión cinegética mayor. Matar un macho significa más carne y sobre todo cuernos para vender en comercio ilegal, tanto es así, que en algunas zonas sólo queda un macho por cada cien hembras lo que está provocando un colapso reproductivo.

La caza furtiva de  saigas machos para abastecer de cuernos a la medicina tradicional asiática no cesa. En la imagen, 876 cuernos incautados en China el 30 marzo de 2012. Unos días antes, el 19 de marzo, se había incautado en Kazajistán otra partida ilegal de 4.704 cuernos de saiga.

 

El saiga tiene una curiosa forma de correr, mueve a la vez las dos patas de cada lado del cuerpo, lo que les dificulta desplazarse por terrenos montañosos y escarpados, pero en la llanura es un fantástico atleta capaz de cubrir grandes distancias, a gran velocidad, lo que durante milenios les ha permitido huir de los depredadores. Por desgracia no pueden correr más que las motos. Grupos de cazadores furtivos montados en motocicletas rodean a las manadas y los persiguen por las llanuras esteparias hasta el agotamiento, entonces, son masacrados fácilmente.

Existen dos subespecies de saiga, Saiga tatarica tatarica que vive en Rusia, Kazajistán, Uzbekistán y, en inviernos sumamente fríos, Turkmenistán y Saiga tatarica mongolica que habita en Mongolia, y hasta los años 60 en China. El peculiar apéndice nasal del saiga le permite filtrar el polvo y calentar el frío aire de la estepa. En la foto, saiga con pelaje estival.

 

Aunque la caza para abastecer a la medicina tradicional asiática es la principal razón del declive de la población de saigas, no es la única. La expansión del ganado doméstico está desplazando a los saigas que cada vez encuentran más dificultades para encontrar alimento. Asimismo, las grandes infraestructuras, vías de comunicación, oleoductos, canales de irrigación, alambradas… constituyen obstáculos insalvables en sus migraciones en busca de pastos.

Las migraciones de saigas en busca de pastos, antiguamente formadas por miles de ejemplares, son imprescindibles para la supervivencia de la especie.

 

Para empeorar el panorama, la población de saigas sufre periódicas epidemias mortales. En 2010 aparecieron muertos más de 12.000 saigas en Kazajistán víctimas de la pasteurelosis. En 2011 otro brote acabó con más de 400 animales. En marzo de 2012 aparecieron en el norte del país más de 500 cadáveres víctimas de la enfermedad. Los peligros para la supervivencia de la especie parecen no tener fin.

En mayo de 2010 más de 12.000 saigas aparecieron muertos en  Kazajistán víctimas de una epidemia de pasteurelosis. En la imagen, personal contratado por el gobierno  cargando cadáveres en un camión para intentar frenar la expansión de la enfermedad.

En los últimos años los saigas se están enfrentando a su peor depredador, el ser humano. Los grandes esfuerzos llevados a cabo por numerosas organizaciones en defensa de la naturaleza presionando a los gobiernos para que persigan la caza furtiva y el tráfico de cuernos ha permitido que la población de saigas, en 2012, se haya recuperado un poco y ronde los 150.000 ejemplares. Todavía muy lejos de los dos millones que había en la Unión Soviética a finales de los años 50. La medicina tradicional asiática, anclada en creencias medievales, es uno de los principales responsables de que especies como tigres, rinocerontes, saigas, caballitos de mar, tortugas… estén seriamente amenazadas de extinción, muchas veces para tratar (en la mayoría de los casos sin base científica que lo avale) patologías como la impotencia o la fiebre. Parecen no haberse enterado de que ya se ha inventado la Viagra y el paracetamol.

 

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