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Las fragas del río Eume, el último suspiro del bosque atlántico

De siempre, la mano del hombre se ha cobrado víctimas en su afán de conquistar lo que la sociedad denomina modernidad. Daños irreparables en el medio natural, actualmente los bosques gallegos son un claro ejemplo. “Los antiguos”, quizás solo ellos, puedan rememorar cuentos e historias ambientadas en un halo de misterio, el que proporciona el bosque caducifolio distribuido como un manto verde por los pisos colinos y montanos de Galicia.

Talas abusivas para ganar terreno a los pastos, incendios devastadores para dar paso a la introducción de especies foráneas como el eucalipto o el pino, o una cultura alejada de la conservación y más cercana a la explotación de los recursos, y sin ningún tipo de sostenibilidad en el futuro, han condenado a las Fragas del rio Eume como uno de los últimos reductos de bosque atlántico autóctono de Galicia, el  último suspiro del bosque atlántico.

El término de «fraga» hace alusión al bosque atlántico templado, tan típico antaño, y tan difícil de contemplar  en la actualidad. Este corredor natural encajonado entre estrechos y angostos barrancos esta sometido al dominio del clima oceánico. De Oeste a Este el régimen pluviométrico va aumentando conforme nos adentramos hacia el interior, la razón principal hay que buscarla en la altitud, aumentando paulatinamente hasta alcanzar el nacimiento del rio Eume en la sierra de Xistral.

Al igual que los regímenes pluviómetros las temperaturas se atemperan cerca de la costa mientras en el interior el efecto de la continentalidad causa una mayor amplitud térmica entre el día y la noche.

El bosque preponderante en las Fragas del rio Eume es el roble (Quercus robur ),el «carballo» es el árbol típico del clima oceánico necesitando generosas precipitaciones y benignas temperaturas para su adecuado desarrollo.

Acompañando la ribera de los ríos aparece un bosque ripario representado, como especie ponderante, el aliso (Alnus glutinosa), alternando con robles y abedules , en las vaguadas más húmedas y fértiles, aparecen diversas especies tales como los fresnos (Fraxinus excelsior) y arces (Acer pseudoplatanus ). Por el contrario, en suelos edáficamente más pobres el madroño (Arbutus unedo) se convierte en la especie colonizadora. Aunque pudiera parecer un bosque preservado e intacto desde el Neolítico los «soutos» de castaños (Castanea sativa) nos indican que el hombre a intervenido en su introducción. Pero si algo destaca sobresaliendo y dando carácter a la fraga son la presencia de relictos terciarios como los helechos Culcita macrocarpa o Hymenophyllum tumbrigense.

 

La fraga no es ajena a las imprudencias  e incendios, como los ocasionados en la primavera del 2012. La herida producida por el fuego debe hacernos recapacitar y pensar en la necesidad de proteger ferozmente los últimos reductos de bosque atlántico gallego, para que nuestros hijos no olviden que tras esas extensas y artificiales plantaciones de eucalipto y pino se esconde un bosque mágico donde nacen las leyendas e historias más increíbles.

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