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Liberando Tortugas Marinas (I) – La Llegada al Campamento

Las primeras tortugas marinas aparecieron hace cientos de millones de años y gracias a su resistencia física y capacidad de adaptación, han perdurado en el tiempo acompañando a la raza humana desde antes de sus inicios. Desde entonces, se les ha integrado en gran parte de la historia, mitología, tradiciones y arte; hasta el grado de que algunas culturas –quizás seducidas por la longevidad de estas especies, la firmeza de su caparazón y la lentitud de sus movimientos– han visto en ellas los pilares que sostienen la Tierra.

En el mundo se conocen 8 especies de tortugas marinas, de las cuales 7 llegan a desovar en costas mexicanas del Océano Pacífico y del Mar Caribe, lo cual ha dejado una enorme responsabilidad en nuestras manos.

Desafortunadamente, como en cualquier otro escenario al que ya estamos acostumbrados, las actividades humanas –o mejor dicho inhumanas– sobrepasan las buenas intenciones a favor de la conservación y ello ha provocado la vulnerabilidad, tanto del hábitat como la reproducción de las tortugas.

No obstante, hay personas admirables quienes no basan su riqueza en la adquisición de bienes materiales; sino en acciones heroicas, que con su granito de arena, resultan verdaderamente invaluables ante cualquier fortuna. Una de ellas es Don Roberto, quien con ayuda de Enlace Ecológico y años de dedicación, arduo trabajo y gran pasión, ha logrado mantener en pie un proyecto de sustentabilidad ambiental a través de un campamento tortuguero –creado por él mismo– cuyo propósito es la preservación y protección de 4 especies de tortugas marinas en peligro de extinción.

A mediados de septiembre, Francis, Olga y yo decidimos emprender un viaje hacia Marquelia, Guerrero (un pequeño poblado localizado a unos 300 km al sur del puerto turístico de Acapulco), zona que pertenece a la llamada “Costa Chica” del Pacífico mexicano. El recorrido nos llevó la noche entera, pero justo cuando amanecía, llegamos al campamento tortuguero, un lugar que –a diferencia del tumultuoso ruido de la ciudades en las que vivimos – nos recibió con el plácido sonido del viento y el vaivén melódico de las olas que azotaban con fuerza a orillas de la playa.

Ahí, junto con nuestro grupo de apasionados campistas, amantes de la naturaleza, conocimos a Roberto, quien nos dio la bienvenida con tortugas golfinas recién nacidas, Lepydochelis olivacea. Al cabo de haber escuchado las instrucciones para la liberación, cada uno de nosotros recibimos una tortuguita, cuyo tamaño apenas podía cubrir la palma de nuestras manos, por lo cual debíamos tener absoluto cuidado para que no se nos escaparan, pues éstas ya aleteaban con todas sus fuerzas y estaban sumamente ansiosas por emprender la gran aventura oceánica, no sin antes captar en su memoria todas las impresiones posibles de aquella playa, con el propósito de que una vez alcanzada la madurez de las hembras para reproducirse –lo que les lleva alrededor de 15 años– vuelvan a su lugar de origen para depositar sus huevos y el ciclo de vida se repita.

 

 

En el momento que mi tortuga estuvo en la arena, me percaté del increíble instinto que tienen para acudir a la llamada de la Naturaleza: todas ellas se dirigieron con orientación hacia el mar y ninguna cambió de dirección, quizá por el desconocimiento total de todos los peligros que a partir de entonces, debían enfrentar las pobres criaturitas.

 

Poco a poco las tortugas fueron desapareciendo de nuestra vista bajo las intensas olas del mar. Sin importar que algunas fueran revolcadas y devueltas a la orilla, o que incluso, una que otra quedara patas arriba con el caparazón enterrado en la arena, volvían a emprender la lucha en contra de las turbulencias hacia su nuevo hogar, lejos de la protección del nido.

Ante su inminente partida, lo único que nos restaba era desearles la mejor de las suertes para continuar con nuestro aprendizaje en el campamento sobre la vida de las tortugas, el rescate de los nidos y posteriormente, ya  entrada la noche, el patrullaje de la zona en búsqueda de las enormes tortugas que llegarían a la playa a desovar.

Continuará…

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