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África en América

Hace algunas semanas, cuando Navarro nos relató sobre su experiencia en el Museo de Historia Natural en Nueva York, algo que me llamó la atención –además de las fantásticas imágenes– fue la pregunta que lanzó al aire: ¿son necesarios los zoológicos?

Desafortunadamente, un rasgo instintivo de los seres humanos es querernos apropiar y conquistar todo lo que nos rodea, desde talar un frondoso pino para situarlo en el Rockefeller Center durante la época decembrina, hasta capturar aves exóticas por el capricho de tenerlas en casa ante la excentricidad de sus colores.

En esta misma sintonía, los zoológicos desde su aparición, han sido fuente importante de inversores durante miles de años, quienes se han enriquecido ilícitamente bajo la captura de animales que, tras ser extraídos de sus hábitats, son puestos –desde mi punto de vista– en escaparates para su exhibición sin importar la calidad de vida y bienestar que ellos tengan. Lo cierto es que, por muy ostentosa y espectacular que resulte la morada, la jaula no deja de ser prisión.

No obstante, no todo tiene por qué ser pesimista ante nuestros ojos y hoy puedo estar orgullosa para decir que en América existe un lugar maravilloso, donde los animales pese a la circunstancia de vivir en cautiverio, lo hacen casi en plena libertad, en condiciones altamente propicias y muy similares a las de sus hábitats naturales.

Africam Safari es el nombre de este santuario, el cual –a diferencia de los zoológicos tradicionales– permite a los visitantes internarnos por veredas del mundo salvaje en un recorrido estilo safari. Con una extensión de 200 hectáreas y ubicado a unos 17 kilómetros de la ciudad de Puebla en México, se puede tener contacto casi directo con los animales y la naturaleza, en donde el respeto es un valor sumamente importante para poder convivir con ellos y conocerlos de cerca, sin jaulas y vitrales de por medio cuando es innecesario y se puede permitir una convivencia sana con el entorno.


Cabe mencionar que este lugar, desde su inauguración en 1972, también ha surgido como centro conservacionista que trabaja a favor de la investigación, conocimiento y protección del mundo natural, albergando alrededor de 2,000 animales de 250 diferentes especies de todos los continentes, las cuales se desarrollan libremente a través de enormes espacios abiertos, un lugar en donde algunas especies en peligro de extinción –como el tigre siberiano o el de bengala, el lobo mexicano, mono saraguato, la guacamaya escarlata y el jaguar, por citar algunos ejemplos– han sido capaces de reproducirse en cautividad.

Actualmente, el complejo trabaja en el desarrollo constante e innovador de educación ecológica, a través del cual se ha logrado concienciar al público sobre la importancia de preservar el medio y generar con ello un cambio de actitudes. Si bien, Africam Safari continúa perteneciendo a la categoría de parque zoológico, éste se encuentra posicionado entre los mejores del mundo y acreditado por World Association of Zoos and Aquariums.

Bajo esta prueba fehaciente de esfuerzos conservacionistas, me atrevo a decir que no todos los zoológicos tienen que por qué ser auténticas películas de terror, en donde los animales viven en completa depresión bajo condiciones infrahumanas ¡Claro!  siempre y cuando el entorno sea amigable y adecuado para ellos.

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