La carcajada del Pito real

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Yo soy de esos tipos que cuando pasean lo hacen de una forma desenfrenada, sin responsabilidad e inmortalizando los segundos de que dispongo. El otro día y después de dejar el equipo de grabación encendido en un valle (sí, esto ya os lo contaré), decidí darme una vuelta hasta que se agotaran las baterías o me robaran el equipo, porque  sin darme cuenta, en poco más de una hora me encontraba rodeado, a más de 2 kilometros, de olivos y algarrobos.

La Cañada ancha, como la llamamos los lugareños, presentaba un aspecto estupendo. No piensen que me puse a medir los tallos de albardín Lygeum spartum o a trenzar los más resistentes del esparto Stipa tenacisima. En vez de todo eso y como era festivo, me derrumbé en una cama echa a mi medida en el suelo, como lo hacen lo jabalíes. Me quedé dormido de cara al sol ténue de la tarde.

Pasaban los minutos y me desbordaba la tranquilidad… hasta que: adivinen… ¿cuál fue mi infortunio? ¿quién era capaz de alterar mi sueño? pues, nada más ni menos que la algarabía de mi protagonista, que con sus más de 28 cm de longitud intentaba imitar a Fofito, conocido payaso de los años ochenta. Tres pitos reales se desgallitaban con sus carcajadas una detrás de otra. Pero no crean que me molestó la interrupción de mi improvisada siesta, sino justo al contrario, mi sangre comenzó a despertar y bullir como un volcán.

Y yo, que pensé despertar con una brisa lánguida de levante o con el siseo distante de algún pajarillo, pero no, fue la risa posesiva del pito real  intentando marcar su territorio entre las piteras y los algarrobos. Imposible no aprovechar una oportunidad como esta, y entonces asomé mis ojitos por el albardín y no tarde en jactarme de la posibilidad de cazar a este carpintero. Que les voy a confesar, llevo años intentando recoger en una instántanea, y no será porque no le he intentado anteriormente, pero su inteligencia y cauta actitud de huida siempre han primado sobre mi deseo.

Con fortuna habían elegido una palmera  para sus juegos nupciales, y así que no perdoné, y por fin recogí unas bonitas fotos de este carpintero tan precavido como inteligente. Que alegria!, pero no fue sencillo aún con la suerte del momento utilizé toda mi astucia. Conclusión, cuando les apetezca echarse una siesta, relájense y acomoden su columna, porque la naturaleza siempre nos aguarda con alguna sorpresa agradable. Debemos de formar parte de ella física y psíquicamente hasta alcanzar como diría Krishnamurti, una única conciencia.

3 Comentarios

  1. Después de una cabezadita se consiguen grandes fotos, a mi pasó con el halcón Peregrino, jejejeje

  2. Xurxo,fue pura casualidad…Javi y son las mejores las que nos echamos en el monte jeje

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