Cueva del Gigante

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Hincha el pecho y se abruma con el clamor de sus hombres. Amílcar Barca, siente el fragor aún de la batalla. Sus escuadras de mercenarios al servicio de Cartago han vencido y derrotado mediante  escaramuzas y reyertas al ejército romano. La primera guerra púnica ha comenzado para el señor Barca. Contempla destrucción y caos tras un día de horrendas disputas. No ve luz, sólo oscuridad, la del hombre contra el hombre. Su alma sin aliento la siente perecer por el cansancio, pero un momento lo mantiene unido a la vida… desea con valor la presencia de una melena femenina palpando con sus mejillas el cálido contacto de la piel de Aníbal, su hijo, nacido hace ahora seis meses. Y esto, es suficiente para que la tiranía se libere y sea ocupada por la magnificencia creadora de la mujer. Con firmeza se aferra, entre madroños y lentiscos, a su destino lleno de rabia y cicatrices, espera como un gigante en la cueva de su corazón el futuro, un futuro escrito antaño ya, en la cueva del gigante.

Panorámica desde las inmediaciones de la entrada a la cueva del gigante.

Amilcar Barca fue aclamado como general, reforzó las tácticas y estrategias de la guerra de guerrillas, y logró dominar el rugido de un león como Roma. Partió a la edad de 29 años como líder de hombres a la conquista de Sicilia tras el nacimiento de su segundo hijo Aníbal.

La cueva del gigante es así, cuando después de permanecer en su interior un largo tiempo, los ojos se agotan por la fatiga  y la oscuridad, ya no recuerdan la luz del sol sintiéndonos cansados. La salida de la cueva es gloria bendita para nuestros oídos porque el sonido incesante que nos espera es el rompiente de la ola contra la roca. Al salir de la cueva la primera imagen que se grabará en nuestro cerebro con fuego candente, será el mar Mediterráneo. Las sensaciones son muy fuertes e intensas como si la naturaleza presentara ante nosotros el nacimiento de la vida… la vida de un niño o la vida del mar llorando y golpeando como un niño el pecho de su madre… la tierra.

Lago interior de la cueva del gigante.

La cueva del Gigante se sitúa en un acantilado de cara al mar de Alborán. Su entrada cincelada en la montaña sólo se puede contemplar desde aguas adentro, desde la superficie de la sierra no tendremos la más mínima posibilidad de detectarla sino la ubicamos previamente con coordenadas geográficas. Dos caminos llevan hasta ella, uno por barrancos enfilados contra el rompeolas y otro, elegido por el que suscribe y su compañero xurxo… el paso de los clavos (una vía ferrata de unos 6 metros pero sin repisa para los pies practicamente…, tal como se muestra en la fotografía.)

El paso de los clavos con nuestro compañero  xurxo en plena faena.

La cueva del gigante es una calcedonia incrustada en la roca, un ópalo dentellado entre caliza. Su lago submarino lo convierten en una atracción que debemos preservar  y cuidar. Personalmente los dos contrastes, primero el de la oscuridad con la luz turquesa reflejada por el agua y el segundo, el del silencio de la cueva con el ímpetu ardoroso del mar han convertido a la cueva del gigante en un gigante entre gigantes.

Entrada a la cueva del gigante con un gran hombre en primer plano.

Por último, este post va dedicado desde mi humilde asiento a Mateo. Te deseo lo mejor que la vida pueda ofrecerte y que tú puedas ofrecerle a la vida. Bienvenido Mateo, y enhorabuena Carol y Javi, os deseamos lo mejor a los tres desde la distancia.

2 Comentarios

  1. Felicidades Javi y Carol!!!
    El camino y la visita a la Cueva del Gigante es espectacular muy muy divertido e interesante.

  2. Gracias chicos por este sentido «homenaje» que como no podía ser de otra manera en en una cueva tenía que ser… espero que nos veamos pronto.

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