El buho real: el conde de la noche (II)

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De lo que más me llamó la atención en mis numerosas visitas fue la costumbre de posarse en un tendido eléctrico de alta tensión, a una altura de 4 o 5 metros del suelo y constatar la comunicación visual con su pareja, distante del mismo alrededor de 150m.
Posteriormente comenzaba su reclamo de bienvenida amenizado por las llamadas del mochuelo común y del no tan ameno ladrido áspero del zorro.
Relataré para terminar, una de las inolvidables jornadas de campo que concluían bien entrada la noche.
Nos situamos a  mediados de marzo.Yo esta vez me había aproximado un poco más al lugar donde suponía la cría, como me habían dicho algunos cazadores de la zona, al hogar de mis «niños adoptivos» (lo que serían cuatro magníficos pollos emplumados y a pocos días de su emancipación).
Guardaba un  silencio absoluto rodeado por maduros pinos carrascos, refugio de mirlos, currucas cabecinegras y algún que otro mito. Todos ellos tras la búsqueda de alguna salvadora rama del pinar.

Una curruca capirotada en una hiedra en la zona.

Con el paso de las horas y ante la presencia de «Sirius» (la estrella más luminosa del firmamento en estas fechas) comenzaban las primeras voces, en este caso pertenecían a los pollos cloqueando, presentían la llegada de sus progenitores. Desde mi escondite en esa pista tan usada por los ciclistas (ah! cuántos desconocen los privilegios de esta tierra y sin embargo, cruzan estos caminos todos los días sin percatarse de la vida que existe a su alrededor!), primeramente discerní en las tinieblas, un bulto, una sombra fugaz, el macho quedaba cerca de los pollos, expectante y vigilante en su posadero, casi simultáneamente, la hembra (una sombra de mayor envergadura) se apostaba directamente sobre la cuevecilla.
El intenso reclamo del autillo estaba ahora silenciado….escuchándose el griterío de los pollos ansiosos del aporte de su progenitor, todo sucedió rápido, en unos minutos el eco de la escena desaparecía en una bruma primaveral.

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Constelación de Orión, que aquellos días brillaba con un fulgor especial.

Como el trazo de un circulo que se cierra llegó el día del adiós y mis cuatro niños se habían convertido en Titanes ávidos de juegos y aventuras,  en osada juventud carente de niñez, en cuatro luces sesgadoras de pálpitos corazones…. y así ocurrió una ceremonia efímera y espiritual, cuatro nombres de estrellas para cuatro jóvenes en la noche espectral del invierno boreal (todas pertenecientes a la constelación de orión), para acabar pronunciando sus nombres alejándome con pena de ese mágico lugar…
Bellatrix, mi guerrera durmiente.
Saiph, aurora naciente.
Betelgeuse, luces del oeste.
Rigel, auspicios de la noche

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5 Comentarios

  1. Wau Domingo!!Es lo más bonito que he leído en mucho tiempo sobre naturaleza, me he quedado como si hubiese estado allí para verlo con mis propios ojos. Se ve que disfrutas de la naturaleza como pocos!

  2. Sin duda es un relato precioso, incluso diría «fascinante»… ;)
    Y no sólo tienes talento para escribir, sino también para dibujar, vaya vaya…
    Enhorabuena Domingo.
    Un abrazo.

  3. El búho real es una pieza fundamental de la fauna y de los ecosistemas de Murcia, y tenemos la suerte que nos lo puedas contar en primera persona!

  4. Gracias por esos comentarios,he intentando escribir y dibujar lo mejor que he podido,todo lo que vivi alli fue indescriptible,esos buhos reales se lo merecen todo

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