Los Bloggers de Axena

Mis queridos amigos, los pájaros de mi jardín

Hay una gran variedad de recónditos lugares donde pasar esa hora de transición entre la mañana y la tarde, el mediodía. Yo elegí desde hace tiempo una casa de campo adueñada por multitud de compañeros foráneos. Nada más llegar, me acurruco dentro de mi hamaca (tipo tropical) y espero impacientemente la llegada de mis “amigos”, una multitud de diferentes especies e individuos de pájaros que viven en mi jardín, y que voy a aprovechar para compartir con ustedes como si de una de mis siestas se tratara. Esta amistad comenzó en mi tierna infancia, concretamente a la edad de 5 años.

Vistas de la huerta murciana desde los alrededores de mi finca.

El primer protagonista de esta historia es el más nervioso y simpático. Carente de recursos en la disciplina del canto, en comparación con la flor y nata de la primavera….el ruiseñor común. Pero antes de proseguir les formularé una pregunta…. ¿Cuál es la cualidad que más aprecian en el canto de las aves?

¿Ritmo, sonoridad, variedad, intensidad, expresión, combinación o transición de tonos musicales?

Yo, personalmente, creo que hay pájaros que combinan poca variedad de notas musicales con muchísimas repeticiones , transmitiendo al oyente alegría e ilusión. Este sería el caso del verdecillo común. Su canto alcanza mayor brío cuando emprende un vuelo corto y parsimonioso, intentando adular al viento del oeste y así merecer los favores de su compañera en celo.

El verdecillo común.

En compañía de una gravedad incierta y cobijados por la sombra de un vetusto olmo, alcanzaremos nuestro primer sueño. En un instante percibiremos trompetas de cánticos celestiales a rítmicos intervalos…haciéndose notar  el carbonero común.

Nos ayudará a que la última pestaña de nuestros aturdidos ojos pida permiso a un haz de luz primaveral y deje entrever un arrogante mirlo macho con pico amarillo y figura esbelta. Musculoso y confiado por la fuerza de la costumbre, se acercará más de lo debido hasta que saciemos nuestra innata curiosidad.

La fugaz abubilla.

¿Solo es un sueño pasajero o empezamos a formar parte de un cuento infantil?

Si derrochamos imaginación creeremos iniciada esta historia infantil con el ululante y repetitivo sonido de la ancestral  abubilla. En su danza vertical marcará su territorio y reclamará la presencia de su pareja. Su cresta señorial, su pico curvado (adaptado a la perfección en la obtención de larvas), sus colores negros y blancos, simbolizando la  luz y la oscuridad del momento…la convierten en un místico personaje.

El estornino, gran imitador.

¿Y si les digo que existe una perdiz que se posa en lo alto de un pino carrasco?

Desde luego y con razón, creerán que me he vuelto loco….pero no es así, solo ocurre que un grupo de estorninos negros ha penetrado en la fronda del pinar.

Inquietantes aves que imitan a la perfección el reclamo de la perdiz roja, pero entre su obra excelsa encontramos partituras para el mochuelo común y la oropéndola africana.

La esbelta lavandera, bailarina de los cursos de agua.

Pronto nos perderemos en recuerdos ignotos de una vida y sentiremos que nuestro cuello da señales de agotamiento, la inercia lo hará girar, y en ese segundo, la bellísima “lavandera común” nos mimará con dulces tintineos de juventud.

Mi querida amiga anida cíclicamente en una pequeña persiana al alcance de una mano amiga. Es la dueña incontestable de ese pequeño entorno. Deslumbrados por su elegancia, quizás intentemos relajarnos echando una mirada a lo alto de una acacia jaspeada por el verde de pequeños tallos y cubierta por un manto floral de fragancias cándidas y profundas.

Una «blanquita», la mariposa de la col.

Abril es un mes de flores, símbolo de la vida.

Y así, quedaremos hipnotizados por el ocasional canto del “verderón”. Alzado ante el horizonte en la guía de un ciprés, bienaventuranza del designio de viajeros a ninguna parte  envueltos  por el paso de mariposas portadoras de  buenos augurios.

La soledad de nuestra conciencia recibirá la visita del clan familiar del “mito común”, expertos trapecistas y acróbatas.

El verderón con su potente canto.

Tristemente nuestro cuento está acabando y la moraleja será escrita en el vuelo de un solitario “cernícalo común” testigo de nuestro adiós.

Un cernícalo, sin perder ocasión de escudriñar su territorio, por encima de mi jardín.

Así que si a ustedes les apetece, les iré contando la historia de cada uno de estos juglares con plumas en otros posts…

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