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Salamandra común (Salamandra salamandra)

El animal que nos ocupa hoy está unido al mito y la leyenda, resistente al fuego, símbolo de la pureza, buscada por alquimistas para la fabricación de potentes elixires, extremadamente venenosa, pues ya en la antigüedad acabó con 4000 hombres del ejercito de Alejandro Magno que bebieron del arroyo donde habitaba… y aquí en Galicia responsable de envenenar la leche de las vacas al chupar sus ubres. Para bien o para mal estas virtudes y maldades pertenecen al mito y nada tienen que ver con la realidad.

En Galicia conocida como píntega, la salamandra es un anfibio urodelo de talla mediana, el más grande que podemos encontrar en Galicia, con una longitud de hasta 20-25 cm. Su aspecto es inconfundible, sobre todo por su llamativo tono de piel, normalmente negro, salpicado de manchas amarillas, que la diferencia de otras especies con las que quizás podríamos confundirla.

La cabeza es robusta, tan ancha como larga, algo aplanada y normalmente con el morro redondeado, en ella, destacan los ojos, prominentes, con el iris marrón y las pupilas redondas y negras y tras ellos las glándulas parótidas, de forma arriñonada. En Axena pensábamos que sus ojos eran completamente negros, descubrimos su iris es marrón ¡al flash de las cámaras!

El cuerpo es alargado, de piel lisa, con surcos en los costados y poros glandulares que se dividen a ambos lados del cuerpo, llegando hasta el principio de la cola. El dibujo de la piel es muy variable aunque suele tener una base negra salpicada de manchas amarillas que pueden variar en forma y tamaño según la subespecie. El vientre es oscuro con manchas claras. Aunque existen casos de albinismo y melanismo, la variación pigmentaria más frecuente en poblaciones gallegas, es la presencia de manchas rojizas, sobre todo en las glándulas parótidas, que le dan la apariencia de “animal herido”.

La cola, de longitud algo menor al cuerpo, es de sección cilíndrica, más ancha en la base y que va adelgazando hacia el extremo. Las patas son cortas y robustas, con cuatro dedos en las manos delanteras y cinco en las traseras.

Las diferencias entre machos y hembras no son muy marcadas, los machos son más estilizados y de cola más larga y en la época de celo, presentan la zona cloacal abultada. Las hembras son por lo general más robustas, con patas algo más cortas y normalmente de mayor peso.

El factor más decisivo para la presencia de Salamandra salamandra en un hábitat es la presencia de zonas húmedas y sombrías, y un clima con precipitaciones abundantes. Por lo demás se adaptan a un gran número de biotopos, desde bosques o praderas, a la alta montaña… aunque es más frecuente en bosques caducifolios, al conservar estos una mayor humedad ambiental.

En nuestro país se extiende, sobre todo, por el norte y noroeste peninsular, desde los Pirineos a Galicia. Conforme avanzamos hacia el sur, las poblaciones quedan restringidas a áreas montañosas, más abundantes en la mitad occidental de la península. Actualmente, en la península ibérica se reconocen 5 grupos o subespecies:

S. s. bejarae /almanzoris, en el interior peninsular y la Sierra de Gredos.

S. s. fastuosa / bernardezi, en el tercio norte peninsular.

S. s. gallaica / terrestris, en Galicia y Extremadura la primera y la segunda en Cataluña.

S. s. morenica / crespoi,  en el sur de Portugal y Sierra Morena.

S. s. longirostris, al sur del Guadalquivir.

El patrón de coloración de su piel, varía según los grupos y puede ayudarnos para su diferenciación, aunque los criterios para establecer estos grupos responden a estudios genéticos.

Son animales muy sedentarios, de hábitos fundamentalmente nocturnos. Durante el día y los períodos de inactividad buscan escondite bajo piedras o troncos, llegando a utilizar la madriguera de otros animales. Su periodo de actividad depende fundamentalmente de la temperatura y humedad, pudiendo cesar por completo, en invierno, en el norte por frío y en verano, en el sur, por falta de humedad ambiental.

Es una especie terrestre, aunque nada bien y la puesta la hace en el agua, puede llegar a morir ahogada si cae al agua, en lugares de difícil salida.

Su alimentación se compone principalmente de invertebrados terrestres como insectos, arañas, babosas, y caracoles… La mayoría de depredadores, como la víbora, la culebra de agua, algunas aves y otras especies de anfibios, eligen como presa a las larvas de salamandra. Los ejemplares adultos prácticamente no tienen depredadores, aunque esporádicamente, especies como el zorro, el visón o el jabalí y algunas aves rapaces pueden incluirlas en su dieta.

Ante una amenaza, adoptan una postura defensiva arqueando el cuerpo y exhibiendo sus colores.  A través de la piel y sobre todo de las glándulas parótidas, liberan una toxina, irritante en contacto con las mucosas, lo que, unido a su llamativa coloración, en la naturaleza, negro y amarillo indican peligro, es un buen repelente contra los depredadores. La mayoría de animales que hayan tenido una salamandra en la boca, no tendrán ganas de repetir, ¡sus colores de aviso son fáciles de recordar!

Para el hombre resulta completamente inofensiva. En caso de haber manipulado una, basta lavarse las manos para evitar posibles irritaciones.

El acoplamiento tiene lugar en tierra, principalmente durante en otoño y los principios de la primavera. Durante el cortejo, macho y hembra realizan una curiosa “danza” con apariencia de lucha, compuesta de persecuciones, movimientos de cabeza, y abrazos. La gestación puede durar hasta 8 meses. La salamandra es ovovivípara, los huevos se desarrollan en el interior de la hembra, son las larvas ya formadas, las que son depositadas en el agua, normalmente en arroyos limpios y poco caudalosos, aunque no hace ascos a fuentes, pozos y abrevaderos para el ganado.

Las larvas tienen una cabeza ancha y de gran tamaño, con branquias externas de color rosado. El cuerpo está ligeramente aplanado lateralmente, al igual que la cola. Presentan una cresta dorsal que nace en la mitad del cuerpo. Para diferenciarlas de otras larvas, lo más sencillo resulta buscar unas manchas de color claro, casi blanco en el lugar donde las patas se unen al cuerpo.

Son cazadores voraces de todo tipo de invertebrados acuáticos, pueden incluso depredar las larvas y huevos de otros anfibios ¡o a las de su misma especie! Al salir del agua, completada la metamorfosis, miden unos 5 cm. Alcanzan la madurez sexual a los 2 o 3 años y pueden vivir hasta los 20.

Durante años de los anfibios más abundantes de la península, últimamente  sufre el retroceso y desaparición de muchas de sus poblaciones. A pesar de algunas bajas por “sacho”, son los incendios, la sustitución de especies forestales autóctonas, la contaminación y modernización de los acuíferos, la introducción de especies piscícolas no autóctonas y los atropellos, las causas de que haya desaparecido en muchos lugares. Aunque depende del grupo/subespecie a la que pertenezcan, su estatus de conservación en España varía de Vulnerable a Casi Amenazada.

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