Cormorán grande «El ladrón de peces»

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Con una definición corpórea grotesca y con un córvido colorido, recientemente un ave se ha hecho dueña y señora de nuestros ríos y presas, hablamos naturalmente del Cormorán Grande (Phalocrocorax carbo sinensis).

Desde hace unos años, este pelacaniforme ha dejado de ser un ave invernante que abandonaba la península anualmente para nidificar en el norte de Europa, a pasar a acomodarse sedentariamente en nuestros embalses. La vida de los cormoranes ha cambiado bruscamente en unos años y de estar amenazados a nivel europeo actualmente gozan de una situación boyante, hecho que ha provocado que países como España lo hayan desclasificado.

Un día los cormoranes descubrieron que vivir de la artificialidad humana era más rentable y gracias a ello se expandieron, pero su pillería se volvió contraproducente ya que se hicieron demasiado visibles y la gente pronto les coloco de nuevo en la diana.

Su nueva condena surgió con la proliferación de piscifactorías de trucha arco iris. Estos centros que crían a los juveniles de forma intensiva en piscinas al aire libre, eran un campo de caza excepcional para los cormoranes que obtenían un banquete continuado a costa de las administraciones. Cuando ciertas voces dieron la alarma ante esta situación y estudios científicos lo refundaron, de pronto el cormorán se convirtió en el maligno no sólo para los criadores de trucha sino tambien para todo el colectivo de pescadores, que afectados por la crisis de piezas en los ríos han abogado por su erradicación.

Presionados por las asociaciones de pescadores, que en regiones como Asturias son especialmente fuertes, los responsables autonómicos de medio ambiente han empezado a realizar descastes selectivos de la especie, bajo a la argumentación de que el cormorán grande es responsable del menor número de capturas de salmones y truchas en los ríos de la vertiente cantábrica. No deja de resultar paradójico que las mismas personas que antes destinaban fondos y charlas de concienciación, con el fin de proteger a la especie ahora se dedique a su control.
Evidentemente el hombre es responsable material y ético de los desequilibrios naturales que produce, ante los cuales debe aportar respuestas amparándose en su capacidad intelectual. Ello conlleva en muchas ocasiones a intervenir directamente eliminando ejemplares para reequilibrar el ecosistema que él mismo alteró, aunque ello suponga cierto rechazo social.
Pero el sentido ecológico y la razón científica es la que debe predominar en las soluciones, ya que si no estaremos dando malas respuestas al problema. Está claro que hay que escuchar a todas las partes y tenerlas en valoración, pero debe ser el estudio detallado elaborado por un experto, la hoja de ruta en la actuación en temas ambientales.
Los últimos estudios revelan que la incidencia del cormorán grande sobre las poblaciones de los salmónidos en los ríos es baja, ya que esta ave consume preferentemente otras especies; por lo tanto es probable que la reducción en las capturas no estén relacionadas en si con los cormoranes sino con otros factores como puede ser el aumento de licencias de pescadores o las capturas de salmones en la mar. Así que probablemente estamos invirtiendo grandes recursos en una actividad letal, cuando ahí no reside el problema.
Acusaciones similares son frecuentemente lanzadas por determinados grupos sobre otras especies (que si las ballenas nos quitan la pesca…), generalmente cuando existe un valor económico asociado. Todo esto crea una fuerte presión sobre las administraciones que se ven obligadas a actuar en muchas ocasiones de forma errónea.

El mundo natural está loco, pero en ocasiones nosotros somos su enfermedad. Por ello antes de acusar y matar a seres sin posibilidad de réplica, debemos asesorarnos adecuadamente con opiniones fundamentadas e imparciales, ya que con certeza es más probable que seamos nosotros los verdaderos culpables.

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