Los Bloggers de Axena

Halcón peregrino en Barbanza

Esta semana pasada y animado por Xurxo he preparado una sesión de fotos con unos modelos de excepción. El plan era fotografiar al halcón peregrino y ello conllevaba una cierta preparación en cuanto a técnica y medios, así como la localización y el tiempo. Pero, manos a la obra! Uno de los primeros pasos fue preparar un camuflaje adecuado para la ocasión, con un trozo de malla de cierre de jardín y un poco de pintura. Así nos montamos un estupendo y barato camuflaje que funciona perfectamente. En la foto se observa: en el detalle la malla pintada, y en la vista general el efecto sobre el terreno.

A las 5:30 de la mañana suena el despertador, todavía es de noche y tengo que aprovecharme de la oscuridad para llegar al lugar lo más sigiloso posible e introducirme dentro del hide que monté el día anterior. Ya con la mochila preparada del día anterior utilizo la bicicleta como medio para llegar de la forma menos ruidosa. En las proximidades dejo la bicicleta y paso a paso avanzo sigiloso por la corredoira que discurre cuesta arriba por el viejo pinar. Cada paso en el silencio de la noche suena atronador y tengo la sensación que el oído se agudiza. Ya en posición me agazapo bajo la lona, me abrigo bien para aguantar lo mas inmóvil y cómodo posible, pues la espera puede ser larga. Con los primeros rayos comienza la emoción. El polluelo salta sobre la caja nido y comienza unos torpes intentos de vuelo (en realidad son calentamientos de lo que será su poderosa musculatura pectoral). Ya no tiene plumón con lo que deduzco que no le queda mucho para empezar a volar. La lástima es que para la fotografía no es un buen momento porque el sol todavía no ha salido. En unos minutos el pollo se vuelve a esconder. Yo trato de contener la emoción y me relajo a la espera de la luz del sol (para la fotografía y para mis pobres y húmedos huesos).

El pollo en cuestión ejercitando las alas en el borde de la caja.

De repente y sin previo aviso la predicción se cumple! Me quedo atónito cuando veo como de la repisa salta al vacío! Aquel que había sido un pequeño pollo de halcón peregrino. Desde mi posición agazapado bajo la lona me retuerzo pero no consigo ver donde se ha posado aunque lo sigo oyendo en las cercanías. Comienza una sensación de desazón… me voy a quedar sin saber lo que ocurre…

El tiempo transcurre y Lorenzo ya ha salido con fuerza, la luz es buena pero falta lo importante.

Tras un par de horas (con alguna que otra cabezada) y ante mi asombro aparece en escena la madre con el desayuno, la primera presa del día una paloma. Comienzo a realizar una buena tanda de fotos pero no dura mucho pues se muestra desconfiada… parece como si con su mirada fuera capaz de atravesar mi escondite con su camuflaje…  

Hembra posada en la caja nido con una pieza en una de sus manos.

Al poco echa a volar. Y comienza una nueva espera. Pero breve!, pues la mañana es frenética y el padre aparece con otra presa que despluma frente a mí. Un picotazo y plumas al aire! Levanta la cabeza y vigila el horizonte.

Macho en la repisa preparándose para el desplume.

Parece que sospecha… hay algo que le llama poderosamente la atención. Quizás le resulta extraño mi parapeto, pero yo aguanto inmóvil tirando fotos, aprovechando al máximo antes de que la suerte se acabe.

Después de un rato parece que el pájaro se confía y con toda tranquilidad despluma a su presa mientras yo sigo oyendo a la cría piar famélica para que sus progenitores la alimenten. 

Desplume de la paloma.

Una vez desplumada comienza el destripe. Me sorprende con qué habilidad consigue vaciar la pobre paloma. Y cuando ya la tiene lista emprende el vuelo y en segundos la cría que no dejaba de piar calla. Ya me imagino por qué… 

Aquí en la siguiente fase de evisceración, arrancando los intestinos, para dejarle la pieza lo más limpia posible al pollo. En el estado de cría tan avanzado las piezas cada vez son menos desplumadas.

Todo parece terminar. Me siento muy afortunado de haber conseguido observar una escena cotidiana tan espectacular de un ave salvaje, en concreto del velocísimo halcón peregrino. Es una sensación parecida a cuando haces cumbre en una montaña que sabes que muy pocos han subido, o cuando te adentras en una cueva o mina en la que sabes que seguro que hace muchos años nadie se adentra, la sensación de la exclusiva de un fotógrafo.

Recojo mis bártulos, busco la bicicleta entre la maleza y regreso a casa con unas ganas locas de contaros mis sensaciones y compartir con vosotros estas imágenes para que podáis sentir la emoción que yo sentí.

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