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Acuicultura II – Cultivo del mejillón

Continuamos con la serie sobre acuicultura centrándonos ahora en grupos concretos de cultivo. Para comenzar he elegido el mejillón, porque quizás se trate del cultivo más conocido por todos y porque España es uno de los mayores productores mundiales de mejillón. Hay que destacar que la producción del mejillón no es exclusiva de una única especie y que no todos los métodos de producción son iguales, aunque sí similares. Nos centraremos en la producción española, producción de la especie Mytilus galloprovincialis. La producción española se concentra en casi un 90% en las rías gallegas, siendo la ría más productiva (con casi el 70% de la producción) la ría de Arousa. Galicia produce en torno a 270.000 toneladas de mejillón anuales, aunque según los datos del Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino esta producción ha descendido en los últimos dos años (aquí).

Foto: Barco faenando en una batea en la ría de Aldán.

Antes de comenzar con la producción, y como breve introducción acerca de la biología de la especie, decir que el mejillón es un molusco bivalvo ( con dos conchas), en el que se diferencian machos (manto amarillento-blanquecino) y hembras (manto naranja) que se alimenta filtrando el agua que pasa a través de él.

La producción del mejillón se realiza en plataformas flotantes construidas en madera de eucalipto (aunque algunas son de acero) unidas a flotadores y ancladas al fondo. Estas plataformas se conocen como bateas. En Galicia existen 3.337 bateas que generan en el sector 11.000 puestos de trabajo y 7.000 puestos más en empresas que trabajan de forma indirecta en el sector. El número de bateas está estabilizado actualmente, ya que desde el año 1990 no se conceden nuevas licencias para el establecimiento de bateas. Las bateas suelen ser negocios familiares que se transmiten de padres a hijos, aunque existen empresas que poseen varias bateas con empleados e incluso planta propia de depuración.

De las bateas cuelgan cuerdas de longitud variable (según la profundidad) sobre las que se colocan los mejillones. Legalmente, el número máximo por batea es de 500 cuerdas. Sobre las cuerdas y con una separación de unos 30 o 40 cm se colocan estacas de madera para redistribuir el peso del cultivo. Una vez se posee una batea, el cultivo comienza con la obtención de la semilla del mejillón. La semilla del mejillón es la fase temprana del mismo, que se puede conseguir del medio natural o bien de un cultivo de mejillón (en 1999 la Xunta de Galicia promovió una ley para dejar de capturar semilla del medio natural). Una vez se tiene la semilla, se procede al encordado de la misma. El proceso consiste en introducir la semilla en la cuerda que después colgará de la batea. La semilla se cubre con una gasa que degenera al paso de 2-3 días, de forma que la semilla desarrolla en ese tiempo un viso por el cual queda unida a la cuerda. Sobre la cuerda se introducen entre 12 y 15 Kg de semillas.

Foto: Semilla de mejillón del medio natural.

Se deja entonces que las semillas crezcan hasta que la cuerda alcanza un peso de unos 100 Kg, momento en el que se izan las cuerdas con la ayuda de una grúa y se desdobla el cultivo para permitir un mayor engorde de los animales. Se devuelven las cuerdas al mar y se deja que engorden los mejillones. Una vez estas cuerdas desdobladas alcanzan los 150 Kg se procede a la recolección, que está en torno a los 10.000 mejillones en cada cuerda.

A partir de aquí y en función de la forma en que el mejillón llegará al mercado (fresco, congelado o envasado) pasa por unos tratamientos diferentes: depuración para venta en fresco o esterilización para conservas. La producción española se divide prácticamente a partes iguales entre las tres posibilidades de mercado, siendo ligeramente superior la de mejillón congelado.

Diagrama: Esquema de la producción de Mytilus galloprovincialis (Fuente: FAO)

En lo que a problemática del cultivo se refiere, la más importante a efectos de la producción son los contaminantes en el agua, ya que el animal como hemos dicho filtra el agua para alimentarse, y acumula las toxinas que hay en el medio. De ahí la importancia de los tratamientos posteriores a la recolección de la cosecha, ya que comer mejillones que han acumulado toxinas sin una previa depuración puede provocar enfermedades. Además de contaminantes de origen humano existe un factor ambiental que puede provocar el cierre de la acuicultura de mejillón durante un tiempo: las mareas rojas. Las mareas rojas son «blooms» de dinoflagelados (algas unicelulares) que se acumulan en el mejillón cuando éste filtra el agua y que son tóxicas para el consumo humano. Otro factor natural que afecta al cultivo es la depredación de mejillones por estrellas de mar.

Foto: Estrella de mar comiéndose un mejillón en el medio natural.

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