Los Bloggers de Axena

¿Cuán modernos somos?

Si existe algo que me provoque gran incomodidad, rabia y que incluso me llega a sacar de mis casillas es lo hipócrita que es la sociedad (en este caso me refiero a la española) en cuanto a la consideración que tenemos de modernos, avanzados o como queráis llamarle, cuando salta a la vista que estamos muy por detrás de nuestros vecinos, más o menos próximos, tales como Francia, Suiza, Inglaterra, Holanda, etc., en toda una serie de asuntos.

Haré referencia al trato que damos a los animales y a su consideración. En otra ocasión hablaré de los toros, la caza con perros, especialmente con galgos, las cabras que se tiran desde los campanarios, y otras lindezas propias del territorio nacional. Pero en esta ocasión, me centraré en las dificultades que se nos presentan a los que compartimos nuestras vidas con un perro.

Cuando en muchos países de Europa hace más de 30 años que los perros pueden acceder a todo tipo de transportes, establecimientos, hospitales, etc., aquí seguimos utilizando todo tipo de argumentos para que esto no ocurra. Cierto es que para que un perro pueda acceder a según qué sitios, es indispensable que esté bien educado y en perfecto estado de salud, y cierto es también que España está llena de propietarios irresponsables e ignorantes que no atienden a su animal como deberían. No obstante, también existen personas responsables, que se preocupan por la educación de su perro y evitan que pueda causar cualquier molestia al resto de ciudadanos.

En este país no podemos utilizar los transportes públicos en compañía de un perro, a menos que viaje en un transportín, lo cual resulta imposible con un perro de, por ejemplo en mi caso, 20 kg. No podemos entrar en edificios públicos con perro, en toda la ciudad de la Coruña, donde el 30% de la población tiene perro en casa, sólo disponemos de una única área de canino para que nuestros perros corran y jueguen legalmente (cuando desde el 2006 se prometieron 4 más), se ha dado el caso de taxistas que se negaban a atender a personas acompañadas de perro guía, existe un número escasísimo de albergues, pensiones, hoteles, etc., donde pueda pernoctar con un perro. Sé lo que estáis pensando: cuestión de seguridad, el perro puede morder, cuestión de higiene, puede transmitir enfermedades, hay gente que les tiene miedo…

Bien, para empezar, la «seguridad»: un perro correctamente educado jámas morderá a nadie, y además, para eso existen los bozales. La «higiene»: pocas son las enfermedades transmisibles de una especie a otra, pero la cosa es tan fácil como exigir que la cartilla veterinaria esté al día. «A no todo el mundo le gustan los perros»: a no todo el mundo le gustan los payasos o los mimos que actúan en plena calle, y no por eso se prohíben, a no todo el mundo le gusta aguantar el humo del tabaco (que, por cierto, produce enfermedades muy graves) y no se prohíbe, o sí, pero vaya, todos conocemos el resultado. En fin, si existen argumentos contra esta cuestión, existen más para rebatirlos.

Y entre todas estas cuestiones olvidamos, o más bien obviamos, el hecho de que convivir con un animal reporta grandes beneficios. Los perros (y otros animales) son usados de forma habitual para realizar labores terapéuticas en hospitales, centros de salud, centros penitenciarios, etc. y está demostrado que las personas que conviven con un perro gozan de una mejor condición física y psíquica, así como que es enormemente beneficioso para un niño crecer en compañía de un animal.

Quizás deberíamos ser más tolerantes y reflexivos. No exijo que mi perra se pasee libremente por el autobús pegando lametones a diestro y siniestro, y hasta pagaría doble billete, entrada, o lo que sea por ella. Estoy dispuesta, y creo que sería lo mejor en cualquier caso, a que Kyra lleve siempre correa, bozal y a pasar un examen en el que un educador y un veterinario comprueben que el animal está adecuadamente educado y en perfecto estado de salud.

Para finalizar, quiero contaros una anécdota:

El verano pasado, mi primo decidió llevarse a Kyra a la playa (lo cual no está permitido, lo sé), acomodó su toalla en un rincón apartado y ordenó a la perra que se tumbara a su lado, que así lo hizo. Al rato, se acercó una señora y le recriminó muy toscamente que la perra le estaba molestando (quiero recordaros que la perra permanecía inmóvil y acostada), a mi primo le faltó tiempo para contestar, cuando el señor que tomaba el sol justo al lado dijo: «Señora, ¿por qué no le dice a su hijo que deje de tirarme arena por encima y deja en paz al perro que ni se mueve? Ojalá su hijo fuera tan educado como ese animal.»

¿Deberíamos prohibir que los niños jueguen en la playa? A fin de cuentas, son peligrosos: sus balonazos a veces duelen, cuando te pasan por encima y te pisan también, y cuando te echan arena en los ojos, más. No cumplen con las normas de higiene: los envases de petit suisse, el palo de helado, los pañales, etc. inundan la arena. Hacen pis, y caca, que nadie recoge, en cualquier lado. Y además, a no todo el mundo le gustan los niños.

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